Sucesos
La historia del “Rey Marcio”, el hombre que vive en un castillo de arena desde hace más de veinte años
Este hombre disfruta de su vida como si fuera un monarca, sin palacio ni joyas, pero con trono, corona y fortaleza
Se hace llamar “Rey Marcio”. Pero no tiene un trono lujoso, ni diamantes, ni vive en un Palacio. Tampoco es reconocido internacionalmente ni está al mando de una Monarquía, pero él se considera un monarca más. Eso sí, disfruta de la vida, no paga nada de impuestos y habita en un lugar paradisíaco, y además, lleva corona. Este hombre, de casi cincuenta años, lleva más de veinte años viviendo en un castillo, aunque de arena.
A pesar de los cuarenta grados que asfixian a los bañistas en la playa de Río de Janeiro en verano, Marcio Mizael Matolias no se mueve de este lugar. Cada día, cuida su “fortaleza”, un castillo de arena de unos tres metros cuadrados. La riega, vigila que las torres estén bien y que no se caiga y perdure en el tiempo. Ahí, amontona decenas de libros en una peculiar biblioteca, y tiene algún palo de golf. También tiene, en la parte de arriba, la bandera de Brasil, su nacionalidad.
Cómo el "Rey Marcio" ha mantenido un castillo de arena durante más de veinte años
"Crecí en la bahía de Guanabara, siempre viví en la playa. Las personas pagan alquileres exorbitantes para vivir delante del mar. Yo no tengo facturas y aquí vivo bien", explica a los medios locales. Su trono es de madera, su perro le acompaña a su lado, como buen animal fiel, y en su mano, tiene un cetro, que lo hace distinguirse del resto de bañistas. Como si fuera el mismísimo Poseidón con su tridente.
Antes de ser monarca, era un nómada, y vivía en diferentes puntos del litoral brasileño desde que decidió dejar atrás su humilde barrio natal en Duque de Caxias, al norte de Río. Empezó a vivir en la calle, hasta que un amigo le enseñó a construir una pirámide de arena. A partir de ahí, día y noche, comenzó la construcción de su castillo, hasta que cogió forma.
Pese a ser rey, no tiene cama. Pero duerme en un saco en el suelo. Tampoco tiene baño, pero usa el del puesto de bomberos, a unos treinta metros, y también se ducha allí. Solo le cuesta un dólar. Cree que, el único problema que tiene, es “el calor insoportable”. "La arena retiene el calor, entonces, a veces no consigo dormir aquí y voy a dormir en casa de un amigo, pero la verdad es que prefiero quedarme aquí, aunque tenga que dormir fuera, al lado del mar", dice. Pero también el agua, lógicamente, pues la lluvia o la marea pueden destruir su “casa” en cuestión de minutos.
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