
Asia
Las inflexibles "líneas rojas" de China desafían la presidencia de Trump
El presidente de EE UU se centra en la batalla económica, mientras su posición en la seguridad de Taiwán, Corea del Sur y Japón permanece aún difusa

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha agudizado las tensiones en la relación bilateral con China, un asunto que ha ocupado un lugar central en su discurso político. A pesar de que la postura de Trump frente a la competencia económica con Pekín es categórica, su enfoque en materia de seguridad —particularmente en lo relativo a la defensa de Taiwán y el respaldo a aliados estratégicos como Filipinas y Corea del Sur— sigue siendo difuso. En contraste, Pekín avanza rápidamente en la modernización de sus fuerzas armadas, a pesar de los persistentes escándalos de corrupción. Con el propósito de superar la proyección de poder de la Casa Blanca en los mares de China Oriental y Meridional, las Fuerzas Armadas chinas se están reestructurando y, al mismo tiempo, están ampliando y modernizando su arsenal nuclear. Esta maniobra estratégica no solo busca consolidar su influencia regional, plantea desafíos a la hegemonía estadounidense en Asia-Pacífico.
Xi Jinping se encuentra frente a la segunda administración de Trump desde una posición de poder sustancialmente transformada en comparación con su primer mandato. Tras más de una década en la cúspide del liderazgo, se proyecta como un estadista consolidado y experimentado. En este contexto, los límites delineados por Xi son inequívocos. Durante su reciente encuentro en la cumbre de la APEC con el presidente Joe Biden, el mandatario chino enfatizó las "cuatro líneas rojas" que Estados Unidos no debe transgredir: Taiwán, la democracia y los derechos humanos, el sistema político chino y el derecho de Pekín a su desarrollo soberano. Esta declaración manifiesta su postura inflexible y sirve como una contundente advertencia al nuevo Gobierno, sugiriendo que cualquier violación de estos principios podría agravar las tensiones inherentes a la compleja relación.
Con todo, la reivindicación de China sobre Taiwán constituye uno de los dilemas más intrincados en la política exterior que Trump enfrentará. Durante su campaña, insinuó que Taipéi debería asumir costos por su defensa frente a la agresión china, lo que genera incertidumbre sobre su firmeza en la protección de la isla. No obstante, sus recientes designaciones para el gabinete y asesorías sugieren un enfoque diferente. Estas incluyen a individuos considerados halcones en la política china, como el senador Marco Rubio y el representante Michael Waltz. Previo a su nombramiento en el Departamento de Estado, Rubio expresó que Trump "mantendría el respaldo a Taiwán". Si bien el líder no ha especificado si desplegará fuerzas militares para salvaguardar a “la isla rebelde” ante una posible invasión, ha manifestado su intención de reaccionar ante tal eventualidad con aranceles que oscilarían entre el 150% y el 200% sobre los productos chinos.
En este complejo escenario, los órdenes económicos y de seguridad globales enfrentan tensiones severas, y la inclinación de Trump hacia las guerras comerciales, su escepticismo respecto a las alianzas y la probable imposición de aranceles en niveles no vistos desde la década de 1930 intensificarán el papel del comercio internacional como un campo de batalla geopolítico, con el potencial de desestabilizar un sistema ya frágil.
De hecho, China se enfrenta al reto de gestionar una economía en desaceleración y, al mismo tiempo, fortalecer sus lazos con el bloque occidental, sin sacrificar sus relaciones con otras naciones. En la actualidad, Xi se encuentra lidiando con una serie de crisis interconectadas que ponen en jaque la estabilidad de la potencia. La segunda economía mundial enfrenta un creciente escepticismo por parte de los inversores, una crisis inmobiliaria que se agrava, un alarmante aumento de la deuda de los gobiernos locales, un mercado bursátil volátil, presiones deflacionistas y un descontento social en aumento. Con todo, la mejora de las relaciones con Washington podría ser un factor crucial para restaurar la confianza. Sin embargo, para que esto ocurra, Xi deberá identificar áreas de convergencia con Trump, un desafío considerable. Los líderes de Nueva Delhi, Tokio y Taipéi se encuentran en estado de alerta máxima ante la posibilidad de que el republicano intensifique la guerra comercial con Pekín, así como ante las reacciones estratégicas que se podrían desplegar en consecuencia.
Por otra parte, el Indo-Pacífico confronta un creciente vacío de seguridad que plantea incógnitas sobre la fiabilidad de los compromisos estadounidenses. Los aliados y socios cercanos de Washington —Japón, Filipinas, Corea del Sur y Taiwán— se encuentran rodeados de incertidumbre respecto a la medida en que pueden confiar en que EE. UU. honrará sus obligaciones de seguridad.
La naturaleza impredecible y transaccional de la diplomacia de Trump exacerba las inquietudes sobre posibles puntos de inflamación en regiones ya tensas, como el Mar de China Meridional, la Península Coreana y el Estrecho de Taiwán. Este marco no solo agrava las dinámicas de poder en la región, además obliga a los aliados a reconsiderar sus estrategias de seguridad y sus relaciones bilaterales en un entorno caracterizado por la volatilidad y la ambigüedad.
Asimismo, el nuevo Ejecutivo estadounidense se encontrará ahora ante un panorama de creciente preocupación en varios puntos de tensión. En Corea del Norte, Kim Jong Un actúa con mayor beligerancia, fortalecido por una renovada alianza con Rusia. Taiwán enfrenta las mayores maniobras militares chinas en décadas, lo que genera incertidumbre sobre el compromiso de EE. UU. con su defensa, dado que Trump podría ver la isla como una herramienta en negociaciones más amplias con Pekín. Por otro lado, Filipinas, bajo el liderazgo de Ferdinand Marcos Jr., ha reforzado su alineación con EE UU y busca profundizar la cooperación militar con aliados regionales. Sin embargo, también enfrenta desafíos internos significativos, lo que podría influir en la estabilidad de su política exterior. Las elecciones intermedias de mayo serán cruciales para evaluar el apoyo popular a su orientación geopolítica y la influencia residual de la dinastía Duterte en la política nacional.
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