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Los «tupamaros», los matones del régimen

La Razón
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Túpac Amaru fue el cuarto y último inca rebelde. Este sacerdote se convirtió en la bestia negra del imperio español hasta que fue decapitado. Sus descendientes corrieron peor suerte, desmembrados y descuartizados. Pero si el guerrero inca levantara la cabeza y viera cómo es utilizado su nombre en vano, por delincuentes y matones, seguramente se revolvería en su tumba. Están armados, controlan barrios enteros en Venezuela y defienden la revolución bolivariana. Los «tupamaros» (en realidad, Movimiento Revolucionario Tupamaro, MRT), el grupo violento que ayer asesinó a un estudiante y atacó a balazos el martes a jóvenes que protestaban en el Estado de Mérida, es uno de los numerosos colectivos chavistas que aterrorizan a la sociedad civil. Para llegar a los orígenes de estos movimientos, hay que remontarse a los grupos guerrilleros venezolanos de los sesenta, explica el sociólogo Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). De hecho, también existen grupos autodenominados «tupamaros» en países como Bolivia y Perú.

Agrupados en las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, varios de esos movimientos optaron por participar en la pacificación, aunque otros permanecieron con la idea de la lucha armada como medio para llegar al poder.

El vínculo de estos grupos con el chavismo se remonta al intento de golpe de Estado de 1992 encabezado por Hugo Chávez contra el presidente Carlos Andrés Pérez. «Como parte de su estrategia para tomar el poder, muchos de estos grupos se habían infiltrado en el Ejército. Entonces, cuando Chávez intenta el golpe, no sólo estaba apoyado por militares, también había un componente civil compuesto por estos colectivos», sostiene Briceño León. «Cuando finalmente Chávez llega al Gobierno, se sigue manteniendo una cercanía y una relación utilitaria por parte del chavismo hacia esos grupos», asevera León.