Sudán
Al menos 50 niños han muerto en un orfanato en Jartum como consecuencia de la guerra
El orfanato de Mygoma, víctima de la escasez de personal y de los cortes de electricidad, anunció que sólo el 26 de mayo fallecieron trece recién nacidos
Más allá del horror y de la brutalidad de la guerra, el ser humano es capaz de cometer acciones que le convierten en un monstruo. No queda otra palabra.La última acción atribuible a la barbarie que está ocurriendo en Sudán viene con la noticia de que al menos dos docenas de bebés han muerto en el orfanato de Mygoma, en Jartum, desde el inicio del conflicto. El doctor Abeer Abdullah informó además a Infobae que 13 de ellos murieron únicamente el pasado 26 de mayo, y que otros veintiséis huérfanos han muerto también en las últimas semanas. Trece recién nacidos que murieron solos en un solo día, sin padres que les acaricien, con el estruendo de las bombas como rabiosa melodía de despedida. No hay movimiento político, ni lucha por la liberación posible, que justifiquen sus muertes.
Un alto funcionario del orfanato confirmó las cifras y añadió que la mayoría de las víctimas eran recién nacidos o tenían menos de un año. La insuficiencia circulatoria, la fiebre, la desnutrición o la sepsis son las causas que han provocado la muerte de la mayoría de estos niños. Esto se debería, en primer lugar, a la falta de personal y de suministros ofrecidos al orfanato para hacer frente a las cuestiones de salud que afectan a los infantes; en segundo lugar, a los habituales cortes de energía que impiden el correcto funcionamiento de los sistemas de ventilación (convirtiendo el recinto en un horno, debido a las altas temperaturas del país) y el cuidado de los enfermos.
No murieron de un balazo o tras el fogonazo que acompaña a una explosión, indoloros dentro de su estruendo y su fatalidad. Fueron el calor, las infecciones, la fiebre, el delirio y el hambre quienes acabaron con ellos. El olvido, en definitiva. El abandono a la soledad.
Números sin base
Los números se contradicen cuando los niños entran en juego. Las cifras oficiales de civiles fallecidos como consecuencia del conflicto sudanés rondan las 700 personas, mientras que UNICEF comunicó que sólo en los primeros 11 días de guerra (ya es casi un mes y medio) fallecieron 190 niños y 1.700 fueron heridos, en un momento en que las víctimas civiles se determinaron en 550. La directora ejecutiva de UNICEF, Catherine Rusell, dijo entonces en un comunicado que “por el bien de los niños y niñas de Sudán, la violencia debe cesar".
A falta de cifras fiables, y dado que los periodistas no tenemos permitido entrar en el país, un ejercicio básico de intuición da a entender que los números son mucho más elevados. Una regla de tres que siga mismo el patrón que los primeros 11 días de guerra mostraría que al menos 241 niños han muerto, si las cifras oficiales fueran reales. Y sólo en Geneina, capital de Darfur Oeste y cuyo acceso lleva cortado desde hace varios días, algunas organizaciones han denunciado hasta 2.000 asesinatos en tres semanas. Testigos sobre el terreno han informado también de que familias enteras han sido masacradas en el conflicto étnico que ha resurgido en Darfur, algunas de ellas con hasta 12 miembros. Son apellidos borrados para siempre y envueltos en la bruma que provoca la falta de información, el horror atrancado en una última mirada. Traumas que nunca se van a curar.
LA RAZÓN también advirtió sobre la precaria situación que atraviesan los niños sudaneses cuando informó de que un hospital en Jartum había sido bombardeado y abandonado con los niños prematuros todavía encerrados en las incubadoras. Niños cuya suerte ha caído en el pozo del olvido. El pozo del olvido es muy profundo y lo llenan los cuerpos de centenares de niños. No hay discurso ni heroica tarea que justifique esta monstruosidad.
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