Burkina Faso
Rumores de un golpe de Estado provocan una respuesta masiva en Burkina Faso
Tras una semana esparciendo rumores, los propagandistas burkineses han llamado a la población civil a proteger la autoridad del capitán Ibrahim Traoré
Esta noche no hubo descanso en Burkina Faso. Ante los rumores que llevaban circulando en la última semana sobre el descontento de ciertos elementos del ejército, indicándose un posible golpe de Estado en los próximos días, un llamamiento a la población civil realizado por los propagandistas burkineses sobre las diez de la noche del martes (hora local) lanzó a miles a las calles de las principales ciudades del país. Miles de jóvenes burkineses que cantaban “¡Ibi, Ibi, Ibi!”, como muestra de apoyo a su líder tambaleante.
Las informaciones en este momento son confusas. Daniel, un trabajador social de Uagadugú, opinaba a través de una llamada telefónica que el conato de golpe “es falso” y que el llamamiento a la población a tomar las calles se trata de una estratagema de Ibrahim Traoré, líder de la junta militar que gobierna el país desde hace casi un año, para reforzar su poder ante las dudas que sostienen miembros del ejército sobre su autoridad. Tanto Daniel como otros burkineses entrevistados consideraban que “Traoré es demasiado poderoso” y que un golpe de Estado exitoso contra su persona es virtualmente imposible en estos momentos. Aunque los acontecimientos de África Occidental en los últimos años ya han demostrado que todo es posible en este rincón del mundo.
“¡Ibi, Ibi, Ibi!”. Miles de jóvenes, y no tan jóvenes, tomaron Uagadugú, Bobo Dioulasso, Yako, Kaya, etc., en pocos minutos, organizando barricadas que cortasen las calles principales, armados con palos y rasgando el silencio de la noche con los tubos de escape de sus motocicletas. En el caso de que el conato de golpe sea un hecho, la voraz respuesta de la población civil en apoyo a Ibrahim Traoré lo habría hecho fracasar antes siquiera de haber comenzado. Porque la rápida actuación de los ciudadanos, su organización a la hora de hacerse con el control de las calles, viene integrada en el ADN burkinés: son las escuelas del país quienes llevan enseñando a sus alumnos desde la década de los ochenta un concepto conocido como “teoría de movilización popular” y donde se enseña a los infantes “los conceptos de la información, la movilización y la acción” para beneficio del pueblo.
Una frase recurrente en Burkina Faso es la que dice que mil gallinas pueden con un zorro. Mediante esta teoría de la movilización popular se consigue depositar el poder en manos de la población, lo que explicaría la velocidad de actuación de esta noche pero también las movilizaciones populares registradas a favor de Ibrahim Traoré cuando fue él quien organizó un golpe de Estado exitoso en 2022; exitoso, en parte, gracias a ese apoyo popular que tomó las calles por entonces.
“¡Ibi, Ibi, Ibi!”. Y resuenan los silbatos para acompasar los aplausos a contraluz de las farolas. Puede que Traoré, siguiendo el ejemplo de dictadores más curtidos que él, haya esparcido el rumor sobre un posible atentado contra su autoridad para elevar a las masas y zanjar cualquier duda sobre su liderazgo. Puede que el intento de golpe sea verdad. De lo que no cabe duda, es que esta noche en Uagadugú se escuchaba un único nombre, Traoré, y un único enemigo, Francia, desde que los ciudadanos que apoyan a la junta acusan a París de haber orquestado este supuesto golpe sin pruebas.
Frases como “nuestro capitán no será un Thomas Sankara, asesinado por sus hermanos de armas” resonaban por las cuentas de X burkinesas que muestran habitualmente su apoyo al capitán devenido en jefe de Estado. El fantasma del legendario Thomas Sankara ha despertado nuevamente, alertado por los gritos de sus compatriotas, porque Sankara, que gobernó el país en la década de los ochenta, accedió al poder gracias a un golpe de Estado para ser asesinado por su mano derecha menos de un lustro después. Y los burkineses no están dispuestos a dejar que la historia se repita.
Europa recela, y con razón, de Ibrahim Traoré. Pero no deja de ser glorioso para un humanista observar las imágenes donde miles de ciudadanos fundidos con la poesía de la noche enarbolan las banderas de su patria, exponiendo su carne desnuda al fuego de las armas y cegados por el amor a un líder que consigue empujarlos a soñar pese a los evidentes defectos que sufre su liderazgo. Algo que demuestra que el tiempo de las juntas militares en África no ha hecho más que comenzar.
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