Cumbre BRICS

Las naciones BRICS anuncian un mundo igualitario mientras quince regímenes autoritarios solicitan su adhesión al bloque

La desdolarización de la economía internacional y la adhesión de nuevas naciones al bloque ocupan la primera jornada de reuniones en Johannesburgo

Los líderes de los BRICS se sienten fuertes en la cumbre que comenzó este martes en Johannesburgo (Sudáfrica). Incluso Vladimir Putin, que no ha podido acudir a la cumbre y tuvo que comparecer en la tarde del martes por videollamada, se siente fuerte, o así lo expresaron sus palabras. Sentado en su despacho, una mano sobre la otra, enmarcado por dos enseñas rusas, el azote de Europa dedicó los primeros minutos de su intervención a alabar la importancia que están cobrando Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica en la creación de un nuevo orden que persigue desbancar la hegemonía occidental:

“Más y más proyectos se están iniciando, el intercambio de comercio está creciendo, los proyectos industriales se están expandiendo. Por encima de todo, nuestra cooperación está basada en los principios de igualdad y el respeto por los intereses de cada uno. Este es el núcleo de nuestra asociación y de su recorrido estratégico. Un recorrido que muestra las aspiraciones de la mayoría de la comunidad internacional, la llamada mayoría global”.

Putin deslizó el término “mayoría global” para fortalecer su discurso de alguna manera, mostrando así el camino que desean delimitar los BRICS; no sólo en lo referente a las naciones que conforman el grupo, sino para aquellos Estados que buscan adherirse a su hoja de ruta. Para él, la desdolarización del mundo se trata actualmente de “un proceso irreversible” que terminará con la hegemonía del dólar para facilitar los intercambios económicos basados en monedas locales, una iniciativa que no pocos países apoyan con agrado. El mismo presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, comentó con orgullo en la primera jornada de reuniones que “más de 40 países desean unirse a nosotros”, en referencia al creciente número de naciones interesadas en formar parte del bloque.

El mundo está cambiando. Los BRICS pretenden aprovechar las circunstancias nacidas de los últimos acontecimientos internacionales y posicionarse como abanderados de un cambio inevitable, sostenido en el resentimiento histórico que decenas de naciones muestran contra Occidente y su poderío histórico. Se apoyan unas a las otras: igual que Sudáfrica y China firmaron este miércoles una serie de acuerdos que conciernen a las emisiones tecnológicas, la distribución eléctrica y la energía nuclear; Lula da Silva indicó que los BRICS pueden ofrecer un nuevo modelo de relaciones internacionales porque “queremos una integración entre continentes que garantice unas condiciones equitativas para todos”.

El discurso más próximo a esta igualdad que pregonan los BRICS provino de la mano de Xi Jinping, que insistió en la necesidad de expandir el bloque, añadiendo que “la hegemonía no forma parte del ADN chino”. Según Jinping, las conversaciones en Johannesburgo “no piden a los países que escojan un bando, ni pretenden crear un enfrentamiento entre bloques, sino que buscan expandir la arquitectura de la paz y del desarrollo”. Y su discurso tampoco contradice necesariamente la postura que muestra Estados Unidos frente a la creciente influencia que ostentan los BRICS en el plano internacional. El Consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, indicó este martes desde Washington que “no vemos a los BRICS como un rival político de los Estados Unidos”, a la que confirmó que se seguirían construyendo relaciones sólidas con Brasil, India y Sudáfrica.

La guerra de Ucrania, una prueba de fuego

¿Son realistas las declaraciones de Sullivan? ¿Puede considerarse que Sudáfrica, Brasil e India estarán más dispuestas a alinearse del lado Occidental en el conflicto global que lleva construyéndose desde la invasión de Ucrania en febrero de 2022? Mientras Brasil se ha negado a participar en el envío de armas a Ucrania, tanto Sudáfrica como India, al igual que China, todavía no han condenado la invasión, mientras Rusia es un protagonista indiscutible en los dramáticos acontecimientos que están desarrollándose en el este de Europa. En África, tanto China como Rusia son los mayores contrincantes a los que se enfrenta Occidente en la extracción de materias primas y la pugna por la influencia en un continente cada vez más cotizado. Y es de sobra conocida la postura de Lula frente a las políticas internacionales de Estados Unidos.

Las declaraciones de Jake Sullivan parecerían un ventilador que pretende enfrentarse a la fuerza de un huracán, cuando la suma de los PIB de las naciones BRICS ya superan al conjunto del G-7 y sus ciudadanos ocupan un 40% de la población mundial. Cabe a recordar que una de las bases que llevó a la creación del bloque fueron las sanciones promovidas por Occidente contra las élites de los países implicados. Que Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, ha criticado habitualmente a la población blanca de su país mientras que su propio partido político, el Congreso Nacional Africano, fue creado de la mano de la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Estados Unidos vuelve a cumplir el dicho de que no hay nadie más ciego que aquél que no quiere ver.

Jinping y Ramaphosa se reunieron en las horas previas a la apertura de la cumbre, momento en que el mandatario sudafricano dijo que “como amigos y socios BRICS, ahora nos mantenemos juntos en nuestro objetivo común por un mundo mejor y más equitativo que libere el potencial de todas las personas del mundo”. Es la palabra que llena la boca de todos y cada uno de los líderes BRICS: igualdad. No importa que China sea una dictadura comunista, que el CNA lleve gobernando Sudáfrica desde hace más de 30 años pese a los continuos escándalos de corrupción y el enriquecimiento de sus líderes, ni que el propio Vladimir Putin sea uno de los señores de la guerra más reconocidos de los últimos tiempos. Las castas en la India desaparecen aparentemente bajo el peso de los discursos.

Igualdad. Pero los datos engañan menos que las palabras. Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Argentina, Bolivia, Indonesia, Egipto, Etiopía, Cuba, República Democrática del Congo, Comoras, Marruecos, Kuwait, Gabón, Kazajistán, Bangladesh, Bielorrusia, Baréin, Argelia son algunas de las naciones que pretenden formar parte de esta igualdad en las palabras. De las cuales, quince suponen regímenes autoritarios, dos conforman regímenes híbridos y otras dos son democracias deficientes, según el índice de democracia de The Economist.