Diplomacia

Las tensiones bélicas entre Israel e Irán se roban la atención del G7

El regreso de Trump a esta cita internacional es agridulce por la ola de protestas que se vive en los Estados Unidos

KANANASKIS (Canada), 16/06/2025.- US President Donald Trump (R) looks on as Prime Minister Mark Carney (L) delivers remarks during the G7 Global Economic Outlook working session at the G7 Leaders' Summit in Kananaskis, Alberta, Canada, 16 June 2025. EFE/EPA/SPENCER COLBY
G7 Summit in CanadaSPENCER COLBYAgencia EFE

La 51ª Cumbre del Grupo de los Siete (G7) comenzó en medio de un clima internacional marcado por tensiones geopolíticas, incertidumbre económica y la presión por consensos en temas urgentes. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, abrió su participación reuniéndose con el primer ministro canadiense Mark Carney, en una escena que rápidamente captó la atención mediática: Trump, sentado frente a una bandera canadiense, y Carney, frente a una bandera estadounidense, lo que el mandatario calificó como “un error protocolar”.

Durante el encuentro, Carney dio la bienvenida a Trump con un saludo de cumpleaños atrasado, y la conversación rápidamente giró hacia temas de seguridad internacional. Trump aprovechó el momento para reiterar su postura sobre Rusia, criticando la decisión de excluir a Moscú del entonces G8 tras la anexión de Crimea en 2014. “El G7 solía ser el G8. Barack Obama y un tal Trudeau no quisieron que Rusia continuara. Yo diría que fue un error, porque hoy no habría guerra si Rusia estuviera dentro, y tampoco si Trump hubiera sido presidente hace cuatro años”, afirmó.

Mientras las deliberaciones en Kananaskis apenas comienzan, Washington ha movido estratégicamente aviones cisterna a Europa y el portaviones USS Nimitz hacia Medio Oriente, según informaron funcionarios estadounidenses a Reuters. Aunque algunos movimientos eran parte de planes previos, la tensión con Irán y los recientes ataques israelíes contra instalaciones militares y nucleares iraníes han elevado la temperatura regional. Desde el inicio del G7, Trump señaló que “Irán quiere hablar” sobre la desescalada con Israel y recomendó que lo haga “antes de que sea demasiado tarde”.

En los márgenes del foro también se espera un encuentro bilateral entre Trump y el primer ministro británico, Keir Starmer, centrado en la implementación final del acuerdo comercial entre Estados Unidos y Reino Unido firmado en mayo. “Estamos en las etapas finales de implementación y espero que se complete muy pronto”, afirmó Starmer, destacando los beneficios del tratado, que reduce aranceles sobre automóviles, acero y aluminio británico, a cambio de mayor acceso al mercado británico para productos agrícolas estadounidenses como la carne de res y el etanol.

El mandatario británico también subrayó que existe un consenso dentro del G7 sobre la necesidad de desescalar el conflicto entre Israel e Irán. “Hoy necesitamos articular claramente cómo lograr esa desescalada”, declaró a la prensa.

Por su parte, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, anunció su intención de participar en la cumbre el martes y de reunirse con Trump para discutir un nuevo paquete de armas que Ucrania está dispuesta a adquirir. “Uno de los temas será el paquete de defensa que Ucrania quiere comprar”, indicó Zelenskyy desde Viena, en medio de su gira por Europa.

Sin embargo, del lado ruso la narrativa es distinta. Moscú anunció que Estados Unidos canceló unilateralmente la próxima ronda de negociaciones bilaterales destinadas a aliviar tensiones diplomáticas y normalizar el funcionamiento de sus respectivas misiones diplomáticas. La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, María Zajárova, expresó que la decisión fue tomada por los negociadores estadounidenses y que esperan que “la pausa no se prolongue demasiado”.

El diálogo entre Moscú y Washington había sido retomado tras el regreso de Trump a la Casa Blanca en enero, y aunque ambas partes habían señalado interés en avanzar hacia acuerdos de inversión y negocios, las tensiones por la guerra en Ucrania y la falta de avances concretos han entorpecido cualquier progreso significativo.

Más allá de estas crisis puntuales, la agenda del G7 incluye una larga lista de temas estructurales que requieren coordinación internacional: el cambio climático, las migraciones, el narcotráfico, el auge de la inteligencia artificial, el comercio global y la posición dominante de China en las cadenas de suministro. Todos estos factores suman complejidad a una cumbre que ya parte de un punto álgido porque Washington ha llegado con la única intención de fijarse en el tema comercial, de ser posible, algo que sus aliados intentarán abrir a otros frentes.

El regreso de Trump a esta cita internacional es agridulce porque sucede cuando hay un clima de violencia política en Estados Unidos, que vive protestas internas por las deportaciones masivas de inmigrantes. Los aliados están alertas porque su administración se ha propuesto cambiar el orden mundial y recuerdan el pasado con un sinsabor.

El antecedente más vívido de una cumbre del G7 con Trump fue la de 2018, también en Canadá, donde la imagen del presidente estadounidense cruzado de brazos frente a una canciller alemana visiblemente molesta se volvió icónica. Esta vez, los líderes de Japón, Francia, Reino Unido, Italia, Alemania, Canadá y EE. UU. intentan evitar un nuevo espectáculo y mantener la cohesión del foro.

Aun así, con las guerras en Ucrania, Gaza y la creciente posibilidad de una confrontación mayor en Medio Oriente, el equilibrio parece frágil. Mientras Trump insiste en una visión unilateralista y en su estilo de negociación disruptivo, otros líderes apuestan por la diplomacia multilateral para contener las crisis. La cumbre apenas comienza, pero ya es evidente que el G7 enfrenta uno de sus encuentros más complejos de los últimos años.