Jerusalén

Un centenar de heridos en la explanada de las mezquitas

Los musulmanes se enfrentan a la Policía israelí en su regreso a la oración.

Palestinos gritan ante la Policía de fronteras israelí en la ciudad vieja de Jerusalén, ayer
Palestinos gritan ante la Policía de fronteras israelí en la ciudad vieja de Jerusalén, ayerlarazon

Los musulmanes se enfrentan a la Policía israelí en su regreso a la oración.

El regreso ayer de miles y miles de musulmanes al Monte del Templo (Haram al Sharif en la terminología islámica) –tras el boicot que habían impuesto por su iniciativa en protesta por las medidas de seguridad de Israel– quedó marcado por la violencia. Según la Policía israelí, decenas de jóvenes lanzaron piedras y botellas hacia los efectivos uniformados, así como también hacia la explanada del Kotel, el Muro de los Lamentos que se halla abajo, el santuario más sagrado para los judíos. Fueron repelidos por la fuerza y según la Media Luna Roja, hasta poco antes del anochecer casi 100 personas habían resultado heridas.

«Esto es una guerra, si la Policía no calma su represión, termina mal», advirtieron algunos de los musulmanes en el monte tras los enfrentamientos. La Policía insiste en que sus agentes fueron agredidos y que se impondrá el orden en el monte sagrado. Yoram Halevy, jefe de Policía del Distrito de Jerusalén, advirtió de cara a los rezos de hoy que «si hay disturbios, habrá heridos, que lo sepan». La tensión va en aumento, la Policía refuerza su alerta en Jerusalén y se prepara para disturbios multitudinarios, por lo que decidió que a las mezquitas podrán entrar únicamente hombres de 50 años o más, y mujeres de cualquier edad. Antes de los choques, decenas de miles de musulmanes habían celebrado la vuelta a Al Aqsa al dar el mufti de Jerusalén «luz verde» confirmando que «la situación volvió a lo que era antes». Los palestinos gritaban victoria sobre Israel, enarbolaban banderas palestinas y repartían caramelos, entonando cánticos islámicos y afirmando que habían doblegado a Netanyahu.

Por la tarde se llevó a cabo la primera plegaria islámica en el monte, dentro y fuera de Al Aqsa, y más tarde estallaron los choques. Por la noche, centenares a los que no se permitió entrar por los enfrentamientos que ya habían empezado, rezaron nuevamente en la calle, como en los últimos días. El boicot que las propias autoridades islámicas habían declarado el domingo hace casi dos semanas, fue dado por terminado ayer por el mufti Muhammad Hussein, al constatar que Israel había retirado todas las medidas de seguridad en el lugar. Hace ya varios días habían quitado las cámaras y detectores de metales y ayer se completó el proceso al retirar los postes de las cámaras y abrirse el último acceso al monte sagrado, Bab el Hutta, que fue donde hace dos semanas se asesinó a los dos policías israelíes. Dicho atentado, perpetrado con armas de fuego escondidas en Al Aqsa, fue lo que detonó hace una quincena la colocación, por primera vez, de los detectores de metales en los accesos a las mezquitas. Queda claro que la crisis no ha terminado y que por el contrario, amenaza con agudizarse.

Esto, mientras se intensifica la discusión dentro de Israel sobre el comportamiento del primer ministro Benjamin Netanyahu a lo largo de toda la crisis. Lo critican por distintos ángulos tanto la oposición como sus propios socios de coalición que desde la derecha sostienen que dar a los radicales islámicos una sensación de victoria en Jerusalén, terminará cobrando un alto precio a Israel. Lo que parece claramente vaticinarlo, fue lo que dijo ayer el jefe de Hamas en la Franja de Gaza, Ismail Haniyeh, declarando categóricamente que «Israel ha sido derrotado y ahora sabe claramente que no podrá imponer su control en Al Aqsa». Las autoridades israelíes recalcan repetidamente que la posición oficial y categórica del Estado es respetar el status quo en el monte sagrado, o sea no cambiar la situación en la que únicamente musulmanes pueden orar en el lugar, a pesar de que es sagrado también para los judíos.