
Bienestar
Cambio al horario de invierno: así te está afectando a la salud
Aunque el cambio al horario de invierno nos permite dormir una hora más, esta alteración de la rutina no es gratuita para el organismo, que sufre un periodo de adaptación con fatiga, estrés y apatía

La llegada del horario de invierno trae consigo un regalo envenenado: esa hora extra de sueño que, paradójicamente, puede acabar pasándonos factura. Y no solo en el estado de ánimo. Las consecuencias de este cambio pueden manifestarse donde menos lo esperamos, como en la piel. Esto se debe a que un sueño de peor calidad interrumpe procesos nocturnos vitales, como la liberación de sustancias antiinflamatorias, lo que puede derivar en la aparición de granitos, caspa o un aumento general de la sensibilidad cutánea.
De hecho, el responsable de este desbarajuste es nuestro reloj biológico interno. Al anochecer una hora antes, nuestro cerebro recibe una señal equivocada. Interpreta esa oscuridad prematura como el momento de segregar más melatonina, la hormona que induce el sueño, desincronizando por completo nuestra rutina. El resultado es una mayor sensación de cansancio y un letargo diurno que afecta a la productividad, aunque hayamos dormido, en teoría, más tiempo.
En este sentido, el impacto va más allá de un simple bostezo. El esfuerzo que realiza el organismo para reajustarse a menudo se traduce en lo que conocemos como astenia otoñal: un estado generalizado de apatía, estrés e incluso irritabilidad. Este desequilibrio puede llegar a afectar directamente al sistema inmune donde subrayan que un descanso fragmentado o insuficiente debilita nuestras defensas naturales.
Claves para sincronizar de nuevo el reloj biológico
Afortunadamente, este malestar no es permanente. El cuerpo humano es resiliente y suele necesitar entre tres y cinco días para acostumbrarse. Para facilitar este proceso, la luz juega un papel crucial. Exponerse a la luz solar durante las mañanas es fundamental para reprogramar el cerebro y darle la señal de que el día ha comenzado. Por el contrario, conviene evitar la luz de las pantallas de móviles o tabletas antes de dormir, pues su luz azul inhibe la producción de melatonina y dificulta conciliar el sueño.
Asimismo, la disciplina en las rutinas diarias es el otro gran pilar de la adaptación. Adelantar de forma gradual la hora de la cena y de acostarse en los días previos al cambio ayuda a amortiguar el golpe. De igual manera, establecer horarios fijos para las comidas y la práctica de ejercicio contribuye de forma notable a que el organismo asimile con mayor facilidad el nuevo compás horario, minimizando el impacto de la llegada del invierno.
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