Andalucía

Ese millón no es mío

Tres ciudadanos lituanos circulaban en una furgoneta que se salió antier de la carretera en la autovía A-92, a la altura de Huétor Santillán (Granada). «Pa’ haberse matao» es una expresión seguramente intraducible en ninguna de las lenguas bálticas pero los guardias civiles que se personaron en el lugar de los hechos para realizar el atestado aseguran que fueron muy afortunados por el carácter leve de las heridas que sufrieron. Los tíos despegaron en una curva y aterrizaron quince metros más allá. Menos suerte tuvieron cuando los agentes hallaron esparcidos por el vehículo una cantidad astronómica de dinero, casi un millón de euros en billetes menudos que el trío calavera, no sin antes quedar patente que (al menos, pues fue el único que se sometió a las pruebas) el conductor había consumido alcohol y drogas para tumbar a un mamut, negó que fuese de su propiedad. «No nos explicamos cómo ha terminado semejante pastizal ahí», vinieron a declarar. ¿Cree el lector que eran unos currantes que venían de ganarse honradamente la vida? Se trata, ojo, de ciudadanos de la Unión Europea que, por lo tanto, pueden circular libremente por España. Pero la peripecia, soslayado ese punto hilarante como de Mortadelo y Filemón, es otro ejemplo de cómo campan por Andalucía, y ya no sólo por el arco costero Gibraltar-Málaga, los correos de ciertas organizaciones nada recomendables con sede en Europa Oriental, a la vista está, y también en Sudamérica o el Magreb. Los jefes de estos tres accidentados, que se comerán el marrón que haga falta sin abrir el pico, poseen una corporación tan poderosa, que no se resiente en absoluto por la pérdida de un millón de pavos a causa del tonto despiste de un chófer. Da su poquito de susto pensar en su volumen de negocios y, sobre todo, en la naturaleza de los mismos.