Literatura

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Informar en la Segunda República

Tres libros recuperan a algunos de los principales cronistas que escribieron entre 1931 y 1936

Una imagen de la proclamación de la Segunda República en abril de 1931. Los periodistas fueron imprescindibles cronistas de esos días para la historia
Una imagen de la proclamación de la Segunda República en abril de 1931. Los periodistas fueron imprescindibles cronistas de esos días para la historialarazon

En los últimos años hemos vivido un reconocimiento de algunos de los principales reporteros que brillaron durante la Segunda República. Probablemente sea el nombre de Manuel Chaves Nogales el que ha servido para ejemplificar lo que fue la labor de estos periodistas.

En los últimos años hemos vivido un reconocimiento de algunos de los principales reporteros que brillaron durante la Segunda República. Probablemente sea el nombre de Manuel Chaves Nogales el que ha servido para ejemplificar lo que fue la labor de estos periodistas. pero hubo otros grandes cronistas que también merecen ser rescatados del polvo de las hemerotecas.

La casualidad ha hecho que coincidan tres libros en los que se recuperan voces de peso de aquel periodo. Por un lado, Edhasa acaba de publicar «Un país en crisis. Crónicas españolas de los años 30» donde el periodista Sergi Doria ofrece una selección de artículos firmados por nombres como Irene Polo, César González-Ruano, Ramón J. Sender, Josefina Carabias o Josep Pla, entre otros. Algunas de esas crónicas son estampas de un tiempo, como la de Juan Ferragut en «Mundo Gráfico» sobre la agonía y muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías y donde hay ecos de lo que después convertirá Federico García Lorca en su celebérrima dedicada al diestro. Josefina Carabias, una de las mejores periodistas de todos los tiempos, escribió en «Crónica» donde hizo de infiltrada incorporándose en el equipo del Hotel Palace de Madrid. Otra reportera de pro, Irene Polo llevará a las páginas de «Imatges» su entrevista con Buster Keaton que se encontraba en Sitges y Barcelona en agosto de 1930.

Rafael Alarcón Sierra se ha encargado de reunir y estudiar los textos de otro periodista de peso. Se trata de Andrés Martínez de León de quien se recuperan sus artículos en «Las crónicas de Oselito en “Frente Sur”, “Frente Extremeño” y “Frente Rojo”», un volumen publicado por Guillermo Escolar Editor. Oselito era una creación de Martínez de León y en sus escritos nos lleva por Jaén y Madrid mientras caen las bombas de la Guerra Civil. Con humor, aunque sea un tiempo difícil para ese cometido, nos habla de la toma del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, el 1 de mayo de 1937 y donde coincidió con el poeta Miguel Hernández. «To er mundo está contentísimo con la toma de Santa María de la Cabeza: Oselito Garsía, no. To er mundo cree que hemos ganado una gran batalla: yo creo que hemos perdío una gran ocasión. ¿Cuándo vamos a tené otra como esta? ¿Cuándo vamos a reuní nosotros un grupo de sivilitos auténticos y unos curas de armas tomar en un sitito tan pintiparao como un santuario en lo arto de un picacho serrano?», escribe Oselito, léase Andrés Martínez de León con su muy peculiar gracejo.

Otro nombre que vuelve a la luz es Antonio Núñez de Herrera de quien David González Romero, César Rina y José María Rondón acaban de rescatar su obra completa. Eso es lo que encontrará el lector de «Estampas. Literatura y periodismo de vanguardia», publicado por El Paseo. Cabe decir que este volumen no se detiene solamente en el periodismo sino que contiene sus poemas o su bellísimo libro «Sevilla: Teoría y realidad de la Semana Santa».

Centrándonos en la vertiente periodística de Núñez de Herrera, vale la pena aproximarse a sus crónicas, reportajes y entrevistas. La serie alrededor del drama del yate Mary debería ser de estudio obligatorio para cualquier aspirante a periodista. También fue un magnífico prosista y un agudo lector, como lo acentúa en sus criticas literarias. Véase, por ejemplo, la que dedica al teatro de Max Aub de quien declara que «ha inventado un Narciso complicado, sedimento de inmanentismo, egolatría, sugestivismo, solipsismo...». De «Blanco en azul» de Azorín expone que «leo un cuento cualquiera. Uno cualquiera de estos cuentos serenos, de un suave color marfil, como la muerte. e imagino entonces que portean la mundo la rueda de la fatalidad y la fortuna».

Estos tres libros, tan vivos cada uno, son buenos exponentes de lo que fue una manera de entender el periodismo, de lo que era el saber explicar la realidad a los lectores. Todo ello con la fuerza de la palabra y –concretamente para Osito– con el dibujo como complemento. Tres volúmenes complementarios que ayudan a entender mejor lo que ocurrió en nuestro país durante la Segunda República.