Madrid

4-M

La “resistencia roja”: Fuentidueña de Tajo y El Atazar, los dos únicos pueblos donde no ganó Ayuso

El «orgullo» que sienten en Fuentidueña de Tajo por erigirse como el «antiayusismo» contrasta con la indiferencia política de El Atazar. Viajamos a los dos únicos municipios en los que el PP no ganó

En medio de la marea azul que recorre el mapa de la Comunidad de Madrid, solo dos gotas rojas rompen con la uniformidad decretada en los comicios del pasado martes. Dos únicos municipios se convirtieron de la noche a la mañana en una rara avis que decidió nadar a contracorriente del «ayusismo». En uno de estos dos focos de la «resistencia roja», en Fuentidueña de Tajo (a unos 60 km de Madrid capital), los vecinos nos reciben con una sonrisa. La mayoría dice sentirse «orgulloso» de caminar con el paso cambiado, de haberse erigido como el contrapunto de unos comicios marcados por el éxito arrollador del PP. Es más, tienen experiencia en eso de llevar la contraria pues también se convirtieron en «territorio comanche» cuando Esperanza Aguirre barrió en los comicios de 2011. Saben de lo que hablan.

«Ahora somos famosos y así nos conocerán más. Aquí se es de izquierdas y, ojo, que en nuestro pueblo tampoco faltan las cañas ni las tapas», dice Juani que aprovecha la buena mañana de sol sentada en la plaza de Fuentidueña. En esta localidad del sureste de la comunidad, el PSOE ganó, pero no con los datos que esperaban. Eso sí, en comparación con el cómputo general podría hablarse de éxito. La candidatura de Ángel Gabilondo se hizo con el 34 % de los votos de un censo de 1.600 personas, pero con el aliento de Isabel Díaz Ayuso a su nuca, ya que se quedó tan solo cuatro puntos por debajo.

«Yo soy de Vallecas de toda la vida y ahora estoy aquí viviendo. No puedo entender cómo la gente obrera vota a la derecha. La pena que me da es que creo que con los resultados generales se va a retroceder en derechos sociales. El martes por la noche me llevé un buen disgusto, luego ya me he ido relajando. No quiero decir que Ayuso no me guste, solo que creo que con ella las cosas irán peor, por eso estoy encantada con lo que se ha votado en mi pueblo», confiesa esta lugareña que se encuentra en paro.

El alcalde de Fuentidueña de Tajo, José Antonio Domínguez, posa con una vecina del pueblo
El alcalde de Fuentidueña de Tajo, José Antonio Domínguez, posa con una vecina del puebloLuis DíazLa Razón

Según confiesa el alcalde, José Antonio Domínguez, para él ha sido una victoria «agridulce»: «He de reconocer que según avanzaba el escrutinio me entraban ganas de llorar. No entiendo lo que ha podido pasar, creo que Gabilondo era el candidato idóneo, pero quizá, desde mi humilde opinión, los vaivenes que ha habido a lo largo de la campaña quizá no han sido acertados». En todas las elecciones democráticas aquí se ha impuesto la izquierda. Durante 28 años gobernó el PSOE y luego lo hizo durante dos legislaturas Izquierda Unida para después dar el relevo de nuevo a los socialistas.

En la actualidad, siete concejales son del PSOE, uno del PP y otro de un partido local, informa el regidor. «Creo que en general, la gente ha votado por la España de los bares en vez de por la España social. Éste es un municipio de tradición obrera, la mayoría agricultores. Es más, por nuestra ubicación recibimos a mucha gente de otros barrios obreros del sur de Madrid como pueden ser Vallecas o Villaverde», afirma Domínguez, que antes de despedirse, hace un llamamiento a Ayuso «para que no se olvide de nosotros ni de las zonas rurales, aunque no la hayan votado».

Pese a su victoria, los socialistas han visto cómo Ayuso les pisaba los talones y de hecho, sumó 370 votos más que en los pasados comicios. «A pesar de ello seguimos en minoría y es difícil vivir aquí y no ser de izquierdas», reconoce Jesús Gallego, que regenta varios negocios, entre ellos, una panadería familiar con más de 150 años de tradición. «Yo noto mucho odio y envidia hacia los que no pensamos como ellos. Aguanto carros y carretas por pensar diferente. Todos me atacan. Yo no puedo entender cómo tienen esa manía de votar a la izquierda», añade.

Varios lugareños de Fuentidueña conversan en el bar
Varios lugareños de Fuentidueña conversan en el barLuis DíazLa Razón

Nadiuska, que lejos de ser actriz y alemana es lugareña de pura cepa, acaba de abrir una tienda de chucherías cerca de la plaza del pueblo. Parece que el negocio funciona. Nos recibe en la puerta: «Sí, hijo, aquí somos muy socialistas de siempre y eso cuesta cambiarlo. La gente es bastante cerrada con el tema de la ideología y como les lleves la contraria.... te pueden dejar de hablar». Sandra, que se vino a vivir aquí por su marido se suma a la opinión de su amiga: «Somos un pueblo de trabajadores y de ahí vendrá el fervor socialista». «Aquí parecemos tontos, nos guste no votamos al PSOE, yo estoy cansado de todos los políticos, pero luego les voto», dice a gritos Juan Antonio que se dispone a entrar en casa con la barra del pan bajo el brazo y se suma a la conversación.

¿Ideología de quita y pon?

En la otra punta del mapa de la Comunidad, en El Atazar, a 86 km al norte de Madrid, el cantar es otro. Aquí también vencieron los de Gabilondo, pero su población (89 censados) muestra un total desinterés por la política. Es más, la participación en este pueblo cayó diez puntos respecto a 2019. La gente se muestra reacia a hablar del «sentimiento progre» de este privilegiado paraje en lo alto del homónimo embalse. «¿Privilegiados nosotros? Lo que estamos es hartos. Nos mandan a vacunar al Zendal, tenemos una nefasta conexión de transporte público y el centro de salud que habían construido está cerrado. La consulta se pasa en una vivienda municipal. Así que de privilegiados nada. Y luego, de repente, dejan que todo el mundo venga aquí los fines de semana, a comer y de turismo. Eso es lo que potencian, el turismo, y a los del pueblo que nos den», dispara una mujer desde la escalera de su casa.

Blanca y Aniceto conversan frente a la casa del anciano, en El Atazar, al norte de Madrid
Blanca y Aniceto conversan frente a la casa del anciano, en El Atazar, al norte de MadridLuis DíazLa Razón

La hostilidad de esta vecina se compensa con la amabilidad Enrique Plaza, propietario dé «El Asador». Mientras mete en el horno de leña uno cochinillo nos cuenta que quizá se vote más a la izquierda «por los jóvenes que han venido en los últimos tiempos». Es pesimista en cuanto a que el salir en la prensa les de más popularidad: «No vendrá más gente».

Él mantiene ciertas rencillas con el Ayuntamiento, quien, según cuenta, no le ha dejado abrir la terraza exterior y ahora «a ver si me permiten mantener la interior. Mi negocio funciona gracias a Ayuso, no a nuestro alcalde», sentencia. En las autonómicas, el PSOE consiguió en esta «aldea gala» el 34,9% de los votos: «Pero vamos que aquí la gente no es de izquierdas ni derechas. La izquierda tiene que ser internacionalista. Este alcalde, aunque diga que es socialista, no es para nada lo que yo considero ideológicamente serlo», apunta Blanca, que trabaja en un centro de menores. Resulta complejo debatir sobre política en este municipio porque pronto salen a la luz encuentros y desencuentros entre vecinos, tramas dignas de novela negra que poco tienen que ver con el corazón «rojo» que se les presupone por el voto.

Enrique Plaza, dueño de "El Asador" de El Atazar
Enrique Plaza, dueño de "El Asador" de El AtazarLuis DíazLa Razón

Cuando llega la furgoneta del pan, los locales se arremolinan para comprar la suya, pero nadie quiere opinar al respecto. Tan solo Juan Ramón comenta que «tampoco es que aquí seamos muy de izquierdas, esto va por rachas». La indiferencia política parece haberse instalado en las calles de El Atazar. «Y que deje de venir gente aquí a mirarnos como si fuéramos unos seres raros», nos espeta la mujer del balcón antes de abandonar el pueblo. Amén.