El Madrid de
Miguel Lago: "Se me exige mucho. No soy un ministro, soy un payaso"
El cómico se encuentra en su mejor momento profesional: renueva en El Hormiguero y en septiembre regresa al Teatro Alcázar
Nacido en Vigo pero residente en Madrid desde hace más de 15 años: «Ya no sé elegir entre papá o mamá». Miguel Lago es cómico. Pocas personas del sector comparten su suerte. La de haberse dedicado siempre al humor. Tan pronto cumplió la mayoría de edad debutó en los escenarios del Club de la Comedia. «Yo quise ser futbolista, escritor, periodista… me licencié en Filología Hispánica. Pero con el Club de la Comedia sentí un flechazo. No sabía que existía la posibilidad de dedicarse a eso. Sin preparación previa me presenté. Y tenía que ser en Madrid porque aquí está todo para triunfar. Además, cuando empecé a hacer giras por España, las distancias desde Vigo y los gastos suponían un problema», confiesa. Actualmente representa la obra que lleva su apellido en el Teatro Alcázar. La retomará en septiembre tras las vacaciones.
«Soy muy feliz en Madrid por cómo ha cuidado a mis hijos». Su conexión con la ciudad es evidente: «En el momento que nacen tus hijos en un sitio, ya se crea un vínculo irrompible. Qué hay más madrileño que nacer en la maternidad del hospital de O’Donnell», comenta entre risas. Los paseos obligados transcurren entre las Letras y los Austrias, aunque al cómico le encanta la montaña y en Guadarrama conoció la Comunidad, no solamente la ciudad. «Es un lujo vivir en la sierra, su gente, sus costumbres y su paz, no tengo intención de irme. El madrileño de pueblo es todavía mejor, todos nos llamamos por nuestro nombre».
Esos lazos le han permitido identificar muy bien al público madrileño: «Es muy exigente. No solo a la hora de hacer reír, sino en sus demandas en la experiencia teatral, desde la temperatura de las salas o la comodidad de las butacas. Es lógico, son quienes más oferta cultural tienen por la concentración de talento que hay». Califica a la capital como «generosa, abierta, europea, multicultural, multirracial y muy segura; con una cultura de la caña y terraza fantástica que no se cansa de abrir los brazos al de fuera». Recomienda La esquina caribeña, en Cuatro Caminos, el barrio dominicano de Madrid, país donde nació su hijo adoptivo. «Puedes comer platos que saben a estar allí, entre sus costumbres de la silla en la puerta, el bullicio y la generosidad. El dominicano es puro amor».
El bagaje de Miguel Lago se extiende al teatro, cine y televisión. Renueva temporada en «El Hormiguero», forma parte de «Y ahora Sonsoles» en Antena 3 y actúa en el Alcázar. Cada formato, explica, es diferente, pero coinciden en lo que más le gusta: el directo. «Necesito respirar el feedback de la gente. Si tengo un programa algún día, que quiero, será en directo». Al Hormiguero lo considera «el mejor programa de la historia». De su presentador, Pablo Motos, asegura que es una de las mejores personas que ha conocido, sin ser su amigo, pero espera que lo «acabe siendo». En su pasada participación en «Todo es mentira» los insultos y señalamientos no cesaron: «Los extremos no me quieren porque soy sincero, les da rabia que hable». Según el artista, la crispación política y el odio en redes, Twitter en concreto, generan un malestar general. Aun así «la mayoría de personas son buenas y si vas por la calle no se refleja el odio de Twitter, que se ha convertido en una barra de la peor tasca y menos mal que me fui hace un año».
Para Lago, el debate en torno a los límites del humor está superado: «Es el mejor vehículo para comunicar», apunta. «Las televisiones generalistas han descubierto que cuando incluyes en la mesa a un cómico, la calidad se eleva. Mi trabajo televisivo en este momento consiste en ofrecer humor a la información que aportan los periodistas. El mensaje llega más directo». Reivindica la figura de «Las Virtudes, Las Veneno, La Terremoto de Alcorcón o Mari Carmen», a colación de la creciente representación femenina en el humor. Para él, Eva Soriano ocupa ahora el número uno. No se esconde en admitir que «el humor lo puede todo» y no le preocupan los ofendidos. «Se nos fiscaliza mucho», apunta. No le inquietó que Pilar Lima, candidata de Podemos en Valencia, lo denunciara por haberse referido a ella como «sorda», algo que «está sacado de contexto y no tiene sentido alguno»: «Se me exige mucho, no soy un ministro, soy un payaso y hablo de broma. Cuando me pongo serio es una opinión personal de un ciudadano. En los tiempos que corren, hemos pasado de gente que se cabrea por una broma a hacerlo por un tema en general».
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