Opinión

Casablanca

«Tócala otra vez, Cris» –dos goles y Marcelo, el 3-1–, y reduce a cenizas los sueños del PSG, ese nuevo rico que, con un director de orquesta español, amenazaba con dejarte sin la sintonía de la Champions hasta la próxima temporada. Como en «Casablanca», «siempre nos quedará París», cabía pensar con el 1-1. Ahora la Ciudad de la Luz podría ser intrascendente si el anfitrión es incapaz de enderezar un rumbo que de tan torcido deja tambaleándose al entrenador. Emery salió de la hoguera del Camp Nou con quemaduras de primer grado; pero ha sobrevivido con una antorcha pegada al culo. Y está que arde. O Champions o cenizas. No hay otra alternativa. En cuanto a Zidane, que había perdido en tres meses la condición de héroe, de gestor ideal del vestuario, de ganador insaciable que topó con la cruda realidad del técnico que al mirar al suelo ya no ve la pelota sino la maleta, Europa sale a su encuentro para redimirle. Con el equipo a la deriva y un empate a uno que podía inclinar la balanza hacia el visitante, Zizou acertó de pleno con los cambios, en tanto que Unai empezó a perder el partido cuando retiró a Cavani. «Me desprecias, ¿verdad?», le preguntó Ugarte (Peter Lorre) a Rick (Humphrey Bogart) y éste contestó: «Si llegara a pensar en ti... probablemente». La Liga de Campeones es la obsesión del jeque Al-Khelaifi y, según parece, la tumba de Emery, que pensó más en conservar que en la gloria futura. Le situó con ventaja Rabiot, un segunda línea que dejó en evidencia el sistema defensivo madridista. Ni Neymar ni Cavani ni Mbappé, donde yace el peligro. Reculó y fue Asensio quien desde la banda izquierda recordó que más allá de Lisboa, Milán y Cardiff no está Casablanca sino Kiev.