Opinión

Polichinela

Apenas tomadas posiciones, cuando todavía algunos jugadores estiraban, el gol de Bustinza anunciaba tormenta con rayos y truenos sobre el Madrid, aparentemente desguarnecido por las bajas, inevitables algunas y otras, voluntarias. Fue un relámpago en un amago de tempestad recluida en un vaso de agua. El grosero error defensivo activó, sin embargo, las neuronas blancas y el Leganés, blandito y poco reconocible, se descompuso tras el mandoble. Lanzado por Asensio –frescura, desborde y confianza–, el Madrid se adueñó del partido con la colaboración del meta Pichu Cuéllar, que respondió al disparo cruzado de Lucas Vázquez con una estirada tan contenida que dejó los brazos encogidos. Y el Madrid, con Cristiano de permiso, Bale en el banquillo y Kroos, Modric y Marcelo en la enfermería, corrió más. Presionó arriba, luchó y al filo de la media hora, después de un trenzado en el que intervinieron Benzema y Lucas, Casemiro firmó el 1-2.

A Zidane le gustan los partidos con goles –si ganan los suyos–, también al público. El espectáculo pasa por el fusilamiento del cancerbero, si le dejan vendido o cuando entre unos y otros, los que defienden de pena y los que atacan como posesos, le convierten tan pronto en muñeco de pim pam pum como en polichinela. Para acortar el trago, el Leganés necesitaba cambios, de peones y de actitud. Mejoró. No lo suficiente. Sus titulares son peores que la reserva madridista y aunque equilibraron el partido, el deseo del campeón, empeñado en recortar puntos con Barça (14) y Atleti (7) por vergüenza torera, pudo más que la voluntad del anfitrión. Sufrió algo más; pero no se achantó y elevó la apuesta hasta el 1-3. Y se acabó el Mundialito. Al fin.