Opinión

Eterno

Para que España mantenga intactas sus aspiraciones en el Mundial de Rusia es condición indispensable que Iniesta «de mi vida» comience el campeonato hecho un chaval. Y que los 33 años no sean rémora sino el grado del veterano. El ejemplo de Nibali viene como anillo al dedo. El ciclista siciliano, vencedor en las tres «grandes», sumó otro triunfo de mérito en la Milán-San Remo. El jovencito Peter Sagan (sexto) todavía le está buscando en el Poggio. Proseguimos con don Andrés, eterno, lo cual no es opinable. Valverde confía en él y le protege tanto que sólo le ha permitido completar tres partidos este curso. Con los genios no hay que arriesgar y la carrera del manchego ha entrado en la recta final. Ahora tiene en ascuas a la afición porque antes de mayo tiene que decidir si firma el último y gran contrato de su vida el próximo verano o espera al invierno. El pelotazo, y no es él futbolista que maltrate el balón, lo tiene garantizado. China, donde el «Apache» Tévez se convirtió hace unas temporadas en el jugador mejor pagado del mundo (40 millones de euros), le espera y la tentación económica atrae más que la experiencia del retiro en ese país lejano. En Europa, en el Barça, el inconveniente al que se enfrenta son las exigencias máximas y, por ende, a las lesiones probables, su cruz. El Barcelona fichó a Coutinho pensando en el relevo y acaba de contratar a Arthur, otro aprendiz de Iniesta, quien, parta en verano o en invierno, cuando lo haga nos dejará con los ojos rasgados y ahogados de lágrimas. La renovación vitalicia que le firmó Bartomeu fue un gesto de cariño, tan evidente como la demora en el ofrecimiento. El corazón del fútbol es la pelota y muchos la tratan a patadas. Iniesta, no.