Opinión

Libros, café y música

Voy a leer mis libros, a beber café y a escuchar música con el pestillo de la puerta echado». No sé si existirán o no las almas gemelas –estoy convencida de que sí–, pero este verano me siento muy próxima a los planes del escritor J. D. Salinger. O me sentía, porque resulta complicado cumplir los propósitos elaborados en base a anhelos que suelen llegar a destiempo, como casi todo lo que se desea en la vida. Él lo tenía más fácil, si es que vivir en una casa sobre un acantilado en Cornish, tejiendo una soledad elegida y acompañado únicamente de sus perros –decían que eran rabiosos, pero quizá fuera una leyenda negra para mantener alejados a los curiosos y demás visitas no deseadas–, se puede considerar fácil.

Defendió relacionarse con el mundo a través de la ficción porque consideraba que el contacto con el público no le reportaba nada bueno. Eso sí que era desconectar, o se le acerca bastante. Cuentan que trabajó en una especie de búnker de cemento construido a escasos metros de su casa. Quizá sea solo ruido, ese sonido ambiente del que quería mantenerse apartado.

La gestión de la soledad, y no solo en el caso del escritor, tiene mil maestros, millones de alumnos y resultados dispares. Lo de desconectar en verano no es sencillo, quizá porque es algo que nos venden como una obligación y que realmente no deseamos, al menos de una manera tan drástica. Leer libros, beber café y escuchar música, por ceñirnos al plan inicial, es un propósito que no requiere exclusividad en el calendario. Ese es el verdadero plan.