Sin Perdón

La exaltación de Puigdemont

«Tiene una posición de fuerza que le permite conseguir todo lo que quiera»

La vida está llena de paradojas. Hace un tiempo, Puigdemont era un delincuente y un prófugo de la Justicia, pero unos pocos escaños en el Congreso y bastantes más en el Parlamento de Cataluña le han convertido en el hombre más deseado por Sánchez y sus colaboradores. Es una figura clave para la gobernabilidad. Por supuesto, no importa que sea el líder de un partido de derechas al que ya no se considera un nido de racistas. A ninguno de ellos se les ocurriría detenerlo y entregarlo al juez para que lo metan en la cárcel. Ahora es importante el diálogo, porque es la base de la democracia. No se ha producido ningún gesto del expresidente catalán y, por supuesto, ningún arrepentimiento, ya que ha conseguido imponer su relato. Con Sánchez nunca hay que sorprenderse ante sus decisiones, su incoherencia y sus mentiras, porque es consustancial a su forma de entender la política. La verdad o la mentira son instrumentales y están al servicio de su única prioridad, que es seguir en La Moncloa. El Estado de Derecho se humilla ante Puigdemont, que tiene una posición de fuerza que le permite conseguir todo lo que quiera. No tiene más que pedir, para que sea complacido en sus deseos.

Con estos antecedentes, la clave es que lo que consiga no beneficie a Illa y al PSC, sino a sus intereses políticos. Lo normal sería un referéndum independentista a cambio de los Presupuestos en Cataluña y España, así como otros temas menores, dicho irónicamente, como el catalán en Europa y el concierto económico. No hay nada más cómodo que negociar con alguien que está desesperado. Al rey francés Enrique IV se le atribuye la famosa frase «París bien vale una misa». Los historiadores coinciden en que es apócrifa, pero representa muy bien el pragmatismo del primer monarca de la Casa de Borbón. No tendría nunca la osadía de comparar al «buen rey Enrique», como sería conocido, ni su gran talento político con Sánchez, porque se revolvería en su tumba. En este caso, sí se puede decir que «La Moncloa bien vale vender el Estado de Derecho y la unidad de España». Nada de lo que hace es por el bien común, desgraciadamente, por eso no se le puede comparar con Enrique IV.

Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)