Pablo Casado
Alarma ante la Ley de Seguridad Nacional
Pablo Casado debe recurrir el engendro de la Ley de Seguridad Nacional ante el Tribunal Constitucional
Isabel San Sebastián escribe de forma habitual algunas de las columnas más sagaces que se publican en la Prensa española. Es una formidable periodista y también, por cierto, excelente novelista de éxito.
En el diario ABC escribe un artículo para alertar a la opinión pública sobre la Ley de Seguridad Nacional, impulsada por el Gobierno de Pedro Sánchez y que será aprobada, a pesar de su alcance, por mayoría simple en el Congreso de los Diputados. Se trata de concentrar en el Ejecutivo, poco a poco, todos los poderes del Estado, al estilo del viejo comunismo, conforme a los objetivos enmascarados del actual Gobierno de Frente Popular.
«La nueva ley –escribe Isabel San Sebastián– faculta al presidente (no al Congreso, sede de la soberanía nacional) para declarar una situación de emergencia y poner en marcha el mecanismo liberticida: requisa de bienes y propiedad privada a discreción gubernamental; puesta de los ciudadanos a disposición del Gabinete para lo que éste tenga a bien mandar; silenciamiento de voces y críticas en los medios de comunicación, forzados a colaborar, y demás medidas propias de los regímenes totalitarios en cuya experiencia se inspira el texto».
Efectivamente, estamos ante un desafío frentepopulista que afecta ya, incluso, a la propiedad privada y a la libertad de expresión. La Ley de Seguridad Nacional es la quiebra indirecta del espíritu y la letra de la Constitución Española. Pablo Casado no puede pasar por alto el atropello. Sus expertos están en la obligación de analizar la bomba de relojería que se pretende instalar en la sociedad española y que afecta, incluso, de forma descarada, a la propiedad privada y a la libertad de expresión, cimientos sobre los que reposa la entera democracia pluralista plena de la que disfrutamos. El líder del Partido Popular debe recurrir el engendro antes de que el Gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez corte las alas al Tribunal Constitucional porque las maniobras para fragilizarlo, todavía encubiertas, se han puesto ya en marcha. «Sin la justicia –escribió en La ciudad de Dios uno de los máximos teólogos de la historia universal– ¿qué son los reinos sino una partida de salteadores?».
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