Esteban González Pons

La pista del “sherpa” Pons

Esteban González Pons ha cerrado su casa en Bruselas y la abre en Madrid

Esteban González Pons ha cerrado su casa en Bruselas y la abre en Madrid. Alberto Núñez Feijóo lo quiere cerca. Confía en el “todoterreno” valenciano. “Aquí hay mucho trabajo”, dice Pons. Lleva razón. El líder del PP tiene pendiente armar una alternativa útil. Ciertamente, el destino de Feijóo parece dulce. El cambio avanza. Tan buenas son las perspectivas, que algunos cuadros del partido cruzan los dedos. Fidelizar a sus votantes y rebañar papeletas por sus flancos derecho e izquierdo es un equilibrio complejo. Pero el hambre de certidumbres y centralidad de los españoles fija el pedestal popular. En el sanedrín estratégico genovés creen conveniente multiplicar la exposición de su presidente para que se vea a un aspirante volcado con la España real, angustiada por las cosas de comer y prisionera de unos tiempos duros.

Permítanme volver a la pista Pons. En 2008 la crisis nos golpeaba de forma atroz. El Gobierno socialista de Zapatero se inventaba inútiles “planes E” para tapar la pérdida de millones de puestos de trabajo. Entonces González Pons se fajaba desde Génova para hacer presidente a Mariano Rajoy. Hizo un trabajo impecable. Todo el Partido Popular se lo reconoció. Era seguramente la cara más valorada de la oposición. Sin embargo, en 2011, cuando las siglas populares ganaron las elecciones por amplia mayoría absoluta, Pons, pese a haber sido uno de los primeros valientes que desembarcaron en las playas de Normandía, no estuvo entre los que desfilaron en París. Rajoy no lo nombró ministro y acabó “extrañado” en la capital de Bélgica.

Pues bien, Feijóo, observador privilegiado entonces del buen trabajo de quien desde el último Congreso de Sevilla es su vicesecretario institucional, ha decidido atraerle. No lo hará sólo por amistad o nostalgia, sino porque sabe que en estas horas de España es un desperdicio tener lejos a los mejores. A sus funciones sobre asuntos internacionales, Pons suma en primera persona las tareas de Justicia, Defensa y Política Constitucional. Mucha tela que cortar. Sin embargo, más allá de esas competencias, vitales con Pedro Sánchez arrasando cualquier institución del Estado que se le ponga enfrente, González Pons tiene otra tarea, aunque no figure en su contrato: la de volver a ser el “sherpa” que guíe a un líder popular a La Moncloa.

Feijóo ha visto reforzado estas semanas su peso como jefe de filas. El brillante congreso de unidad del PP madrileño montado por Juan Carlos Vera, donde Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a escenificar la ilusión que levanta, es otro empujón. Este mismo lunes rematará en el Comité Ejecutivo el organigrama de Génova y el miércoles será senador. Toca ya imprimir ritmo a su desembarco en la capital. El puente aéreo entre Santiago y Madrid de algunos de sus colaboradores no ha ido parejo con los tiempos nuevos. El fichaje de quien fuera una de las mejores presidentas de Nuevas Generaciones, Carmen Fúnez, para reforzar el área electoral del vicesecretario de Organización, Miguel Tellado (uno de los que más morriña siente de Galicia), es una noticia halagüeña. Como el del ex alcalde de Guadalajara, Antonio Román, para la política municipal y de grandes ciudades. Así como la ratificación de los tres portavoces, Cuca Gamarra (Congreso), Javier Maroto (Senado) y Dolors Montserrat (Parlamento Europeo). Políticos cercanos.

Ahora, a Feijóo le toca crear un hilo directo con los españoles desde la seriedad, la coherencia y el realismo. Y las autonómicas andaluzas, en las que todos los sondeos vaticinan la victoria de Juanma Moreno, son una oportunidad que ni pintada. De ahí que tenga pensado patearse la comunidad en una caravana paralela a la del presidente de la Junta. Va a haber un antes y un después en la política nacional tras el domingo electoral andaluz. Como lo hubo el 4-M. Con el “ayusazo” empezó todo. El éxito de Ayuso, de Mañueco en Castilla y León y la victoria de Moreno en Andalucía, sumados a la experiencia de Feijóo como presidente de Galicia, son los puertos seguros donde mirarán los españoles en los momentos de zozobra que acechan.