Editorial

Autorretrato de una anomalía política

Pasó un presidente acosado por sospechas de corrupción que, más allá de sus trucos, quedó retratado por los sobres, el tono y las evasivas

Si ya supone una anomalía en cualquier democracia que un jefe de gobierno tenga que prestar declaración, obligado a decir verdad, ante una comisión de investigación parlamentaria, mucho más que esta se resuelva desde el insulto y la descalificación del compareciente a la Institución convocante, cuyos representantes, es preciso recordarlo ante el espectáculo vivido, tienen la legitimidad que les confiere la voluntad popular. Se presumía que la comparecencia del jefe del Ejecutivo y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, no iba a servir para nada a los efectos prácticos de la «comisión Koldo», que investiga supuestos casos de corrupción en la conexión de contratos del Estado que involucran a administraciones y políticos socialistas, pero, a nuestro juicio, no ha resultado así. Es más, los senadores y el compareciente fueron los protagonistas del retrato de la anómala situación política española, aunque podríamos hablar de autorretrato si nos limitamos a la intervención del inquilino de La Moncloa, entre otras razones, porque del largo catálogo de preguntas planteadas sobre una docena de asuntos que se hallan bajo investigación judicial, en unos casos, o que han sido objeto de la atención de las autoridades comunitarias en otros, como los rescates empresariales de la pandemia, llevados a cabo con parte del dinero de las ayudas europeas, se desprende la existencia de un gobierno acosado por una cascada de sospechas de corrupción, nepotismo, malversación y tráfico de influencias, cuyo enrevesado guion se hace muy complicado seguir. De ahí, que los senadores intervinientes por parte de los partidos de oposición tuvieran ancho campo de actuación, desde los sobres con dinero en metálico que circulan por Ferraz y que el compareciente reconoció a título de partícipe y beneficiario tras una tenacidad numantina por parte de la senadora requirente, hasta las relaciones personales y profesionales con el ex ministro José Luis Ábalos, destituido en su día, al parecer, sin causa aparente, y vuelto a incluir en listas electorales, también al parecer, por deseo personal de los socialistas valencianos. Precisamente, volviendo a la inutilidad o utilidad de estas comisiones, el interrogatorio a cuenta del ex secretario de Organización y actual diputado en el grupo Mixto, el mentado Ábalos, iluminó la sospecha fundada de un pacto entre quienes fueron estrechos colegas durante la travesía del desierto político, acordado en términos de no agresión. No se explica de otra forma que el mismo secretario general que echó a los leones a su compañero de fatigas sin respeto alguno a la presunción de inocencia mantuviera en el Senado una circunspección calculada para no herir en lo vivo a quien tiene en su mano la herramienta para destruir al Gobierno. Sólo por asistir a ese ejercicio en el alambre de Pedro Sánchez habría valido la comparecencia, sino fuera por las impagables intervenciones de los socios de investidura -a excepción de Junts, ya instalado en la oposición- a quienes sólo faltó ponerse delante de la tribuna con el pecho descubierto, a modo de simbólico parapeto. Nada perturba el angelical entendimiento de unos senadores a quienes todo les resulta de lo más normal si viene de su principal proveedor de dádivas presupuestarias, transferencias administrativas y blanqueos políticos. Por todo ello, creemos que el episodio de la comparecencia del presidente ha sido de provecho, al menos para una opinión pública acostumbrada a ver a un Pedro Sánchez sobrado en el Congreso y favorecido hasta la náusea por el partidismo de la presidente de la Cámara baja. Ante el Senado, obligado a decir verdad, trató de emplear sus conocidas armas de crispación, insinuaciones malévolas, acusaciones sin fundamento e insidias contra la oposición, cierto, pero no pudo evitar ponerse la gafas para mirar la imagen, políticamente terrible, de un sobre con dinero en metálico de los que circulan por Ferraz.