Marta Robles

Envidia española

Dicen que España es el país de la envidia y, por desgracia, no es un tópico. ¿No era Miguel Mihura quien recomendaba ir escayolado a los estrenos no fuera a ser que resultaran un éxito? Pues eso. Tal vez tiene que ver con la mentalidad judeocristiana de la resignación y el «bienaventurados los pobres y los miserables, porque de ellos será el reino de los cielos», pero está claro que a los latinos nos cuesta más aplaudir los éxitos ajenos que a los sajones.

Y si no que se lo pregunten a Ronaldo, hombre exitoso donde los haya, considerado como el mejor futbolista del mundo, rico, famoso y con una novia impresionante. Con el espectáculo que genera en nuestra Liga, debería contar con el agradecimiento de todos los futboleros, adversarios incluidos, pero lejos de suceder algo así, lo que ocurre es que cuando no recibe un mecherazo en la cabeza, como en el partido de vuelta Atlético-Real Madrid o le expulsan contra el Athletic de Bilbao, por repeler una agresión, le insultan hasta mentándole a la madre mientras los futbolistas con los que se enfrenta se empeñan en entrarle fuerte para hacerle daño.

No es que yo hable como madridista, ni que sea especialmente fanática de Ronaldo, es que nobleza obliga y hay que reconocer su excepcionalidad y la mediocridad de los envidiosos que, por desgracia, se cuentan a puñados. Si nos comportamos así, acabará por haber grandes estrellas del fútbol que renuncien a jugar en nuestras filas. Extranjeras o españolas, porque eso de que «perro no come perro», en España no se da y aquí, nacionalidades aparte, se golpea a quien destaca.