Cástor Díaz Barrado

Tiene razón Durão Barroso

El presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso, acierta cuando dice que existen riesgos y peligros de naturaleza política en el seno de la Unión. La crisis económica por la que atraviesan buena parte de los estados de la Unión Europa y ésta en su conjunto es verdaderamente profunda y está dejando una huella de desolación. El desarrollo de políticas sociales se pospone y se están produciendo desgarros sociales de largo alcance. Las medidas económicas adoptadas no producen, de inmediato, los efectos esperados y la economía en general se presenta bastante frágil. Pero la solución económica llegará y todo apunta a que, más pronto que tarde, la Unión Europea volverá a ser un referente del bienestar, algo que nunca, en realidad, ha abandonado. Los peligros son de otra índole y tienen un significado bien distinto. El problema no es económico, es básicamente político. La situación de la economía y otros factores han provocado desapego de la sociedad europea al proyecto de una Europa unida. Como dice Durão, se advierte una tendencia a magnificar los logros nacionales y a culpar a la Unión de los fracasos que se producen. Nada más lejos de la realidad. El problema sigue estando en los nacionalismos y en la defensa a ultranza de los intereses nacionales. El proyecto de unión exige dosis de solidaridad, algo que nunca han entendido los nacionalistas, y cesión de soberanía a raudales, algo que horroriza a quienes quieren un futuro con menos bienestar. Pocos estados de la Unión escapan a esta situación. El incremento de las posiciones de ultraderecha en Francia amenaza a uno de los países más europeístas. El apego a posiciones como la de Amanecer Dorado en Grecia revela el desencanto de una parte de la población griega. El movimiento independentista catalán se interpreta, también, en clave antieuropeísta. La inestabilidad política en Italia amenaza a un país que siempre estuvo en la línea del proyecto europeo. Todos tienen en común su distanciamiento con Europa y el rechazo a la búsqueda de una solución común a los problemas europeos. Está claro, aunque no se diga, que hoy nos debatimos más que nunca entre quienes quieren una Europa unida y quienes desean que los estados, incluso creando nuevos estados, recuperen las competencias cedidas y no entreguen ni una más. Es la hora de la movilización en favor de Europa y, por qué no decirlo, en contra de los nacionalismos. Pero sólo algunos lo vienen advirtiendo. Tiene razón Durão Barroso y, también, Vargas Llosa cuando ha dicho que es terrible que «el nacionalismo vuelva a sacar la cabeza».