Cástor Díaz Barrado

Visita a Crimea

La presencia de Vladimir Putin en Crimea en la celebración del Día de la Victoria tiene un profundo significado. Expresa, de manera rotunda, la decisión definitiva de las autoridades rusas de considerar a Crimea una parte indivisible de su territorio. Es, además, la manifestación del deseo de la mayoría de la población que habita en Crimea de pertenecer a Rusia y de ser considerados ciudadanos rusos a todos los efectos. No hay especificidades: Crimea es rusa para quienes han participado en la celebración de ese día junto al dirigente ruso. Es un mensaje nítido dirigido a las potencias occidentales y al resto de la comunidad internacional. No hay vuelta atrás: para Rusia y para sus dirigentes el territorio de Crimea no volverá a ser Ucrania y debe repararse la injusticia histórica de haber incorporado Crimea al estado de Ucrania. Como era de esperar, las autoridades ucranianas han expresado su malestar porque haya tenido lugar una visita de este tipo que, por si fuera poco, se ha producido en el marco de la celebración de un momento histórico para el conjunto de la antigua Unión Soviética, como es el triunfo sobre el régimen nazi. El sacrificio que los soviéticos realizaron en la Segunda Guerra Mundial es innegable y ha quedado indeleblemente marcado en las mentes de los ciudadanos que formaron parte de ese Estado, entre ellos los rusos y los ucranianos. La visita de Putin a Ucrania en un día así es, por lo tanto, el reflejo de una posición inamovible y anclada en los sentimientos. Para los rusos, el debate debe centrarse ahora sobre las poblaciones del este de Ucrania en las que se está decidiendo su futuro bien como parte de Rusia o bien como parte de Ucrania e, incluso, mediante el establecimiento de un régimen especial. Pero con Crimea no hay ninguna duda. La exhibición militar tanto en el Kremlin como en las calles de Sebastopol es la prueba irrefutable de que, bajo ningún concepto, los rusos van a abandonar Crimea y que, por ello, no entrará, llegado el caso, en unas futuras negociaciones. El tiempo dirá, sin duda, cuál será la solución a este conflicto pero da la impresión de que se impondrá la efectividad en las relaciones internacionales. Infortunadamente, es muy posible que pronto nadie recuerde que la anexión de Crimea se produjo mediante una consulta ilegal y considerada ilícita por el ordenamiento jurídico internacional. Cada movimiento de las autoridades rusas tiende a reafirmar su soberanía sobre Crimea. En la sociedad internacional los hechos se imponen y algunas veces pierde la legalidad internacional.