Sin Perdón

La disparatada campaña contra Ferrovial

«España necesita más empresarios como Del Pino, a los que debería seducir con un marco jurídico estable»

He de reconocer que tanta ignorancia me abruma. Nos toca vivir tiempos en los que sentarse en el Consejo de ministros no es un signo de distinción y reconocimiento basado en una trayectoria profesional y una formación académica. Por supuesto, hay excepciones, pero en algunos casos es sorprendente la inconsistencia de algunas declaraciones. El problema no reside en los políticos, sino en los electores que dejan en manos de personas sin cualificación y con pocas luces el gobierno de una de las grandes naciones del mundo. No es una cuestión ideológica, porque la izquierda había aportado académicos, profesionales y altos funcionarios brillantes que asumieron los ministerios y las secretarías de Estado de los gobiernos de González y Zapatero. Los portavoces parlamentarios socialistas y comunistas eran buenos oradores. Los escaños del Congreso de los Diputados y el Senado presentaban un plantel de primer nivel. En cambio, vivimos tiempos propicios para populistas, demagogos y personajillos como Tito Berni.

Nadie se responsabiliza de las chapuzas, porque existe una sorprendente impunidad ilimitada. Por lo visto, todo es posible sin que nadie dimita. Una multinacional como Ferrovial, una de las mejores constructoras del mundo, anuncia que traslada su sede a los Países Bajos y solo escuchamos reacciones lamentables. En lugar de reflexionar por qué un gran grupo toma una decisión tan difícil y dolorosa, la ministra Belarra la denomina «empresa pirata» y pide «atarles en corto» para que «devuelva hasta el último euro». No dudo de que conseguirá el aplauso de los acólitos de Iglesias, porque el populismo siempre encuentra seguidores. Con una trayectoria profesional escasa, su formación como psicóloga y un total desconocimiento sobre Derecho y Economía, entre otras muchas materias, ha decidido sentar cátedra. No hay duda de que sus palabras son un acicate para que las empresas cotizadas acaricien la idea de ir a países donde exista seguridad jurídica y los comunistas no se sienten en el Consejo de ministros.

No hay ningún fallo en el modelo europeo, porque se sustenta en la libre circulación de empresas. Es algo que beneficia o perjudica en función del marco que cada país establezca. Unos son más acogedores que otros. Es un error plantear la cuestión en base al pago de impuestos o el endeudamiento como está haciendo la izquierda política y mediática. Hay muchas empresas en las que sus presidentes y su equipo directivo tienen que lidiar con las presiones de los fondos que cuestionan la conveniencia de mantener su sede en España. No es, desgraciadamente, un caso aislado y algunas tienen preparado, aunque solo sea como un simple ejercicio de prudencia, el plan para materializarlo. No hay más que ver el porcentaje que representa nuestro país en su negocio. A la izquierda radical le gusta el intervencionismo. Es clarificador escuchar o leer algunos analistas que optan por la brocha gorda en lugar de criticar a «su gobierno» por los errores que ha cometido en materia económica y la frivolidad a la hora de establecer impuestos manifiestamente inconstitucionales. Por supuesto, desconocen totalmente el Derecho Comunitario y su ignorancia sobre la economía explica, también, muchas decisiones equivocadas.

No deja de sorprenderme que dos ministros como Calviño, técnico comercial del Estado que ha sido alta funcionaria de la UE, y Escrivá, economista del Banco de España con una brillante trayectoria en organismos internacionales, puedan participar de los errores que estamos viviendo estos días. Una vez instalados en el disparate nacional, ha irrumpido el presidente del Gobierno en aras de sacar rédito electoral. Lo ha hecho quien dentro de unos meses será presidente de turno de la Unión Europea y le gusta erigirse en un paladín del europeísmo. Entre las perlas que nos ha dejado se encuentra afirmar que «Del Pino no es un empresario comprometido con España» y que «la patria no es solo hacer patrimonio, es ser solidario, arrimar el hombro y ayudar cuando tu país lo necesita, estamos hablando de la tercera fortuna de España». No hay duda de que se siente más cómodo atacando a los empresarios que crean riqueza que hablando de las andanzas de Tito Berni. No importa que se trate de uno de los responsables de que la ingeniería española sea una de las mejores del mundo, que sea uno de los mayores contribuyentes, a título personal y como empresa, y que centenares de miles de españoles trabajen directa o indirectamente para su grupo. En los más de quince años que llevó como director solo he hablado en una ocasión y brevemente con Rafael del Pino. Tengo una enorme admiración tanto por él como por su padre, que fue uno de los ingenieros de Caminos más brillantes de la historia. No es una opinión, sino la constatación de su trayectoria profesional y empresarial. Su hijo, ingeniero como su padre y MBA por la Sloan School of Management del MIT, ha sido capaz de internacionalizar Ferrovial hasta convertirla en uno de los grupos más importantes del mundo en su sector. Es algo que Sánchez y su equipo son incapaces de rebatir. España necesita más empresarios como él, a los que debería seducir con un marco jurídico estable y el respeto que merecen, en lugar de arremeter contra ellos con insultos y descalificaciones propias de una pelea tabernaria de los bajos fondos de cualquier ciudad portuaria. Me apena la decisión de que fusione Ferrovial con su filial neerlandesa mediante la absorción de la primera por la segunda. Es cierto que seguirá cotizando en España y en Países Bajos, que se mantendrá el importante empleo y que seguirá trabajando en nuestro país. Espero que no intenten discriminarla o perseguirla, porque sería un acto ilegal que iría en contra de los Tratados de la Unión. Los españoles deben tomar buena nota de lo sucedido, para exigir responsabilidades a un gobierno que ha provocado está situación.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)