Tribuna

Pregones y rogativas

No me extraña que el «pregón» de Tamames se haya convertido en un «best seller»

Como preludio de la Semana Santa, en muchos lugares de nuestras Españas, se pronuncian significativos pregones, normalmente circunscritos al mundo cofrade, aunque abiertos al común de los fieles cristianos e imbricado muchas veces con la música y la poesía. Es la «promulgación en voz alta y en sitio público de algo que conviene que todos sepan» como lo define la RAE.

Tras estos duros años de pandemia, rebrotan con fuerza. Léase la trascendencia del reciente pregón de Enrique Casellas en su Sevilla natal. Constato que cada día son más los seglares quienes los pronuncian, cuando en mi lejana juventud eran mayoritariamente religiosos. Estos seglares coinciden generalmente con gestores y colaboradores de Manos Unidas o Cáritas quienes apoyan con su trabajo, los densos compromisos sociales de la Iglesia, cada día más exigentes dada la dura realidad en la que viven demasiadas familias. Ello contrasta con euforias políticas y gastos públicos desmesurados, que se intentan blanquear con ayudas dirigidas a sectores más o menos necesitados, en lugar de incentivar verdaderos impulsos al trabajo, la cultura del esfuerzo, la iniciativa y el compromiso social. La sociedad, atacada su religiosidad por los cuatro costados, necesita escuchar aunque sea reiterativo, el mensaje de la Semana Santa en la que, tras el sacrificio, siempre ofrece espacio para la esperanza. Estos días, buenos payeses del Berguedá catalán piden a su Obispo de Solsona, rogativas en forma de misas y procesiones pidiendo que llueva. También la esperanza, aunque temo que parte de nuestra España de hoy, no les comprenda.

Estos días deberían servir, no solo para el descanso, sino para la reflexión y para relajar tensiones. Las que recomendó tratar con «cafinitrina» Ramón Tamames a un Patxi López, pasado de revoluciones. Fue en otro pregón pronunciado en el Congreso, «en voz alta y en sitio público» como mandan los cánones; con luz y taquígrafos como pidió el Profesor apelando a la transparencia. El mensaje de D. Ramón –comentado inicialmente con tibio aplauso y generalizada descalificación por parte de la opinión oficial e incluso cercana– ha ido calando conforme han pasado los días y se han serenado opiniones iniciales, superados los temerarios juicios de quienes «pueden traer de casa escrita la respuesta a un discurso que no han escuchado» o que forman parte de «la obediencia bovina» que denunciaba recientemente Gabriel Tortella. Y cuando este también economista e historiador nos recuerda que «es muy posible que no se refleje en las encuestas», nos recuerda el debate televisivo entre el recién fallecido Pedro Solbes y Manuel Pizarro. ¡Bien diferente hubiera sido la España de Zapatero en plena crisis económica, de haber hecho caso al segundo y no manipular las opiniones y encuestas oficiales en favor del primero!

Con Tortella, Tamames y otros de su generación, constato que han sido más solidarios y generosos «los que pasaron por Carabanchel» que muchos políticos de nuevo cuño que montados sobre los esfuerzos de sus padres crecieron relativamente bien alimentados y cuidados con acceso a becas que les permitieron llegar adonde han llegado. Quisiera equivocarme: pero quizás es la misma generación que dejó a sus progenitores en residencias de mayores sobre las que se cebó la pasada cruel pandemia.

No me extraña que el «pregón» de Tamames se haya convertido en un «best seller». Ya los índices de audiencia fueron extraordinarios. Como en la Esparta clásica el pueblo quería escuchar los consejos de los ancianos. Y Tamames, como buen «agitador», como le llamaba un común y leal amigo Emilio de Diego, pasó con elegancia varios de ellos. Dejó claro lo que pensaba sobre Largo Caballero, «uno de los responsables de la Guerra Civil» que destacaba Jorge Vilches en estas mismas páginas, recordándonos una de las frases más hirientes del político socialista: «esta violencia está legitimada porque la revolución socialista exige hechos que repugnan, pero que luego justifica la Historia».

Abel Hernández también le dedicó antes del pregón «desde la esquina del periódico que compartimos» ánimos por su valentía. Después, un sereno juicio: «hay mucho malandrín suelto como sabes; solo los que están de vuelta como tú, han ido antes a alguna parte»; «no puede ser, añade, que gobiernen el Estado los que reniegan de él; sus propios enemigos. Esta grave anomalía justifica de sobra que te hayas arriesgado a coger la lanza, salir a los caminos y plantarte a la intemperie contra los “hunos” y los “Hotros” de Unamuno». Sobre ello incide sabiamente Luis María Anson coincidiendo con Tamames en la imprescindible reforma de la Ley electoral: «los partidos que no alcancen el 5% del voto nacional no tendrán representación en el Congreso». ¡El cáncer que nos quitaríamos de encima!

¡Gracias Ramón Tamames por tu pregón! ¡Las rogativas para mayo!

Luis Alejandre Sinteses general (R).