
El canto del cuco
Temporal sobre La Moncloa
A los españoles decentes, la comparecencia del presidente en esta comisión de investigación les ha dado vergüenza
El tiempo meteorológico se ajusta este año como un guante al tiempo político. El otoño, como se preveía, viene borrascoso. Los nubarrones se acumulan sobre España. El temporal político arrecia y golpea de lleno los muros del palacio de La Moncloa. Dentro el presidente del Gobierno, refugiado en el búnker, echa mano del manual de resistencia. Siente que se está quedando solo. El funeral laico de Valencia por las víctimas de la riada, programado para borrar lo de Paiporta y cargarle los muertos a Carlos Mazón, resultó emotivo, pero escasamente tranquilizador, a pesar del encomiable esfuerzo apaciguador de los reyes. Un año después sigue la utilización política de las víctimas. No basta con la cara compungida para la ocasión. Se echa en falta el reconocimiento de los evidentes fallos del Gobierno en la prevención de la catástrofe y en su afrontamiento. Lo de Paiporta y aquel «si quieren más ayuda, que la pidan» perseguirán mientras viva al presidente Sánchez. Mazón es un político acabado por culpa de sus torpezas, pero no tiene la culpa de la riada incontenible y arrolladora del barranco, no canalizado, del Poyo.
Es perder el tiempo, y la paciencia, esperar que Pedro Sánchez reconozca algún fallo en su actuación pública, aunque sea manifiesto. Se comprobó ayer en la comisión del Senado sobre el «caso Koldo», que calificó de «circo». Como Pilatos, este hombre no sabe qué es la verdad. Ni le importa. En su partido las cuentas son limpias. No hay «caja b». Se repartían sobres -también a él- con cantidades insignificantes y dentro de la legalidad. Los corruptos son los otros. Sobre todo, Feijóo y el PP. Su Gobierno y el de Zapatero son los más limpios de la historia democrática. Su mujer no tiene nada que ver con el rescate de Air Europa, ni con nada. De las andanzas de Ábalos, Cerdán y Koldo se enteró por los periódicos. Ni siquiera fueron los únicos que le acompañaron en el Peugeot; iban muchos más. Y así sucesivamente. Al acabar, los suyos le sacaron en hombros por la Plaza de la Marina, después de la larga función del Senado, al que volvió, obligado, dos años después. Esta vez, con gafas, la única novedad. A los españoles decentes, la comparecencia del presidente en esta comisión de investigación les ha dado vergüenza.
El caso es que la Justicia sigue adelante y falta poco para que se aclaren algunas cosas en el Tribunal Supremo. Pedro Sánchez está en la carpeta de sospechosos. Se ha quedado sin mayoría y sin presupuestos para gobernar. Y el temporal arrecia.
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