Encuentro
Francisco y Yolanda Díaz: secreto de confesión laicista
La «vice» del ala morada convence en Roma frente a Sánchez por su confidencialidad, agenda de temas y los regalos prácticos al Papa
Unos cuarenta minutos. Un pelín por encima de la media de las citas institucionales vaticanas. Cinco minutos más que Pedro Sánchez. Lo suficiente para marcar distancias entre ambos. Al menos ante la opinión pública. Y publicada. Echando mano de un epíteto básico protocolario, se podría hablar de «clima cordial» en la audiencia del Papa a la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Pero lo cierto es que el diálogo que arrancó a las once de la mañana permite hacer no pocas lecturas a favor de la política gallega ha salido mejor parada que sus socios de Moncloa. Tanto papal para ella en el cisma monclovita.
«Ha sido un encuentro muy emocionante y debo de ser respetuosa y no les voy a poder revelar el contenido de la conversación con el Santo Padre». Sí, le llamó Santo Padre. Léxico milimétricamente protocolario. Es lo que se limitó a comentar de viva voz la vicepresidenta en la plaza de San Pedro a los vaticanistas que esperaban para conocer los entresijos. Secreto de confesión en versión secular, a lo que le siguieron unos apuntes genéricos de manos de su equipo. A saber: Díaz llevó bajo el brazo su reforma laboral con las medidas anticrisis pandémica y su concepto de trabajo como agente social que da dignidad y aporta igualdad. Temas que entroncan directamente con la Doctrina Social que Francisco ha puesto en valor en su pontificado.
La cabeza visible de Unidas Podemos en el Ejecutivo orientó la charla por esos lares y orilló todo aquello que pudiera sonar a confrontación, esos temas que Carmen Calvo paseaba por Roma como abanderada del laicismo socialista. Proclamas que, por otro lado, no importunaron nunca a Francisco. Prueba de ello es que ayer se preocupó por el presente la cordobesa como si tal cosa. «Le quería preguntar, ¿qué es de la vida de ella?», se escuchaba de refilón en el vídeo vaticano.
El caso es que ayer no se puso sobre la mesa ni aborto ni eutanasia ni la asignatura de Religión ni las inmatriculaciones. Ni tocaba ni le competía ni le interesaba. La política mejor valorada en las encuestas que aspira encabezar una candidatura progresista plural nunca ha utilizado el ariete anticlerical. Cuesta rascar en la hemeroteca un ataque frontal a las sacristías. No es el estilo Díaz. Quizá porque tenga constancia de que siete de cada diez españoles se confiesan católicos y cuatro de cada diez de esos creyentes votan opciones de izquierda.
Lo cierto es que, con su silencio sin chascarrillos sobre la cita papal, Díaz ha adelantado por la izquierda al presidente del Gobierno y a la ex vicepresidenta Calvo, al menos en su perfil institucional. Con la exhumación de Franco de por medio, el Vaticano tuvo que rectificar a ambos como no lo había hecho hasta la fecha otros líderes. Con la mosca detrás de la oreja, el Papa también decidió abrir micrófonos en su audiencia con Sánchez en octubre de 2019 para evitar que a posteriori arrimara el ascua a su sardina. La prudencia de la vicepresidenta segunda no será enmendada y sí será valorada ante futuras peticiones.
Aunque el principal tanto que se apunta Díaz es la propia audiencia. Se gestionó directamente por vía de la Secretaría de Estado vaticana, sin vías preferentes ni recomendaciones de unos y otros. La Santa Sede acogió la petición como la de otros tantos «número dos» de cualquier país, la valoró y la aceptó. En Moncloa saben y escuece el empoderamiento que otorga la visita. Por un lado, con ese intento previo de contaminarla mediáticamente con el anuncio agitador previo del envío de Isabel Celaá como embajadora, precipitándose al plácet del Vaticano. Solo puede entenderse desde ahí y no como ejercicio de presión a la Santa Sede, que dará su visto bueno sin problemas, aun con la Lomloe en su currículum. Por otro, con la puesta en escena de la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del viernes. La vicepresidenta Nadia Calviño, ejercía otra vez de contrarréplica a Díaz aminorando su sueño, dejando caer que ella ya había estado dos veces previamente con el Papa sin que se generara tanta atención. Verdad a medias, Calviño ha acudido el Vaticano para diferentes cumbres, pero no un «tú a tú» con el Santo Padre.
También acertó en los regalos. Lejos de llevarle a Francisco obsequios de estantería para los archivos vaticanos, optó por la practicidad simbólica. O lo que es lo mismo, para que los use. Sin complejos agnósticos, le entregó una estola hecha de plástico reciclado fabricada con polímeros de descartes de plásticos y bordada por la carmelitas descalzas de Alcalá de Henares. Junto al ornamento litúrgico, una edición especial del libro de poesías de la escritora Rosalía de Castro, «Folhas novas», obra de referencia que muchos gallegos llevaron a Argentina tras abandonar España en busca de un futuro mejor. «Es una poeta, que cuenta la historia de Galicia», le detalló la vice. Con estos dos presentes, conectó con dos de las inquietudes del Papa: la cuestión ecológica y la realidad migrante.
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