Mónica García da volantazos y la Sanidad pierde el rumbo

Casi dos años después de iniciarse la legislatura, los actuales ocupantes del Ministerio de Sanidad no acumulan más que fracasos sonados y muestras palpables de ausencia de un modelo fiable para el sistema público de salud. El sector farmacéutico, por ejemplo, rechaza en pleno la ley del medicamento; los médicos acaban de protagonizar una huelga contra el Estatuto Marco y normas como las que supuestamente iban a combatir el tabaquismo o a ayudar a los enfermos de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) duermen el sueño de los justos en espera de desarrollo reglamentario o de aplicación práctica.

Lo de la falta de ideas y el errático rumbo de Mónica García y su equipo puede inferirse de sus continuas contradicciones. En materia tabáquica, por ejemplo, su postura sigue sin quedar clara, más allá de las declaraciones altisonantes con las que obsequia la ministra a los oídos crédulos. ¿Defienden la subida de impuestos para combatir el consumo, como cacareaban en un principio, o terminarán agachando las orejas una vez más ante Hacienda, renunciando a tales alzas para que la recaudación no merme? ¿Combatirán a las marcas con el empaquetado genérico de las cajetillas o renunciarán también a ello, como le han transmitido a Europa? En materia de fármacos, los vaivenes son asimismo notorios. ¿Cambiará Sanidad los tramos del copago, como se infería del primer borrador de la norma, o se echará finalmente atrás por órdenes de Moncloa, como se desprendía del último texto? ¿Habrá finalmente precios seleccionados de los fármacos (una suerte de subastazo como el que causó estragos en la Andalucía socialista) o al final se establecerán precios dinámicos de los mismos? ¿Serán estos como pretende la industria de genéricos o la industria innovadora?