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¿Uso o abuso de las pantallas entre los jóvenes?
Estudios muestran el impacto negativo de su empleo excesivo en el desarrollo cognitivo
El aumento exponencial en el uso de pantallas en los últimos años ha generado preocupaciones significativas en términos de salud pública, especialmente en el ámbito internacional y español.
1. ¿Ha aumentado mucho en los últimos años el uso/abuso de las pantallas?
Estudios epidemiológicos han señalado un incremento notable en el tiempo dedicado a dispositivos electrónicos, lo que ha llevado a una mayor incidencia de problemas de salud mental y física en niños y adolescentes.
2. ¿Qué consecuencias tiene?
El uso extensivo de pantallas en jóvenes y adolescentes ha sido un tema de preocupación creciente, ya que las herramientas tecnológicas, como teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras, se han vuelto imprescindible en la vida diaria de los jóvenes, no solo en el ámbito social, sino también como herramientas en el ámbito educativo. Esto ha llevado a investigaciones sobre cómo afecta el uso de estas pantallas a la salud visual y al bienestar general de esta población. Investigaciones internacionales, como el estudio Global Burden of Disease, han documentado una asociación entre el uso extensivo de pantallas y el aumento de trastornos del sueño, obesidad y problemas de salud mental en jóvenes (GBD 2017 Disease and Injury Incidence and Prevalence Collaborators, 2018). En el contexto español, investigaciones como el Estudio Aladino han revelado tasas preocupantes de sedentarismo y tiempo prolongado frente a pantallas en la población infantil, con implicaciones directas en la salud física y psicológica de los niños (Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, 2019). Estos hallazgos respaldan la necesidad de intervenciones a nivel internacional y nacional para abordar el uso excesivo de pantallas y promover estilos de vida saludables durante la infancia y la adolescencia.
3. ¿A qué edad es recomendable que un niño o adolescente tenga acceso a ellas?
La Academia Estadounidense de Pediatría recomienda que los menores de 18 meses eviten el uso de pantallas digitales, excepto para videollamadas supervisadas. Para niños de 2 a 5 años, el tiempo de pantalla debe ser limitado a una hora por día, con énfasis en programas educativos y de alta calidad. En cuanto a los adolescentes, las pautas sugieren establecer límites claros en el tiempo de pantalla y promover un equilibrio entre actividades en línea y fuera de línea para preservar su bienestar físico y mental. Estos consejos se basan en investigaciones que destacan los impactos negativos del empleo excesivo de pantallas en el desarrollo cognitivo, la calidad del sueño, la salud mental y el comportamiento social de los niños y adolescentes. Sin embargo, las necesidades individuales y las circunstancias familiares también juegan un papel importante en la gestión del tiempo frente a estos dispositivos.
4. ¿Cuántas horas de uso son las indicadas?
El uso prolongado de pantallas, especialmente en entornos con poca iluminación, puede contribuir a la fatiga visual y al síndrome de ojo seco en jóvenes, los síntomas más asociados son, irritación, picor, lagrimeo, sequedad, ardor ocular, sensación de arenilla, síntomas internos asociados a estrés sobre la acomodación visual que permite enfocar correctamente y de visión binocular que los ojos hacia el estímulo de interés produciendo fatiga visual, dolor de ojos, dolor de cabeza, visión borrosa. Ambos factores pueden actuar simultáneamente y unirse a otros muy frecuentes a nivel musculoesquelético como dolor de cuello y hombros. (Portello et al., 2019; Uchino et al., 2018). Además, la exposición prolongada a pantallas luminosas antes de dormir puede afectar negativamente el sueño, obesidad y dificultades en el rendimiento académico (Houghton et al., 2015; Hale & Guan, 2015) puesto que la luz azul emitida por estos dispositivos puede interferir con los ritmos circadianos (Chang et al., 2015). Promover la salud visual y mental, así como prevenir posibles efectos adversos requiere una intervención educativa en el entorno escolar que fomente un empleo consciente y equilibrado de las pantallas entre niños y jóvenes, cultivando hábitos digitales saludables para un desarrollo integral.
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