Opinión

Volver a empezar

Marta Robles
Marta RoblesDIPUTACIÓN DE MÁLAGADIPUTACIÓN DE MÁLAGA

El volcán de Cumbre Vieja continúa furioso y sin dar tregua a los palmeros que, aterrados ya con su futuro incierto, ven cómo todo se va desvaneciendo: sus pertenencias, sus recuerdos, sus nostalgias y hasta sus miedos.

El aire se ha vuelto tan oscuro como los presagios y ya los aviones no surcan el cielo canario. Las cenizas han volado además hasta el Caribe y con ellas las esperanzas.

Atrás quedan aquellos primeros días de maravilla estupefacta, de contemplación del monstruo que se despertaba, de pensar que podía ser hasta un reclamo turístico para una isla tan hermosa.

Ahora lo único que permanece es el deseo de que todo acaba, de que el volcán se calme, de que toda la lava que ha dejado el océano muerto lo convierta más tarde en un vergel submarino, aunque tarde tantos años como para que los pescadores tengan que cambiar de oficio.

¿Cuánto va a durar esto? Nadie lo sabe. Ni vulcanólogos ni expertos son capaces de descifrar los secretos que se ocultan en la tripa viva de la tierra, desde donde emerge el calor inclemente convertido en fuego.

Los peninsulares, desde la distancia, reavivan sus sentimientos solidarios gracias a las noticias incesantes sobre la isla de La Palma, pero todo es tan extraño en este mundo donde cualquier fenómeno se televisa que ya casi nos hemos acostumbrado a él y escuchamos las informaciones diarias como si lleváramos haciéndolo toda la vida.

Esa misma vida que el volcán les ha arrancado a tantos y tantos palmeros, junto a sus casas y a sus plátanos, y esas amistades con las que compartieron la vida y que ya están como pronto muchos de ellos, en otro lugar distinto donde tendrán que centrarse en reinventarse y en volver a empezar.