Cargando...

Jubilación

¿Cuál es la edad perfecta para jubilarse? La psicología tiene la respuesta

En España, quien acredita una larga carrera de cotización puede retirarse con el 100% de la pensión alrededor de los 65 años

¿Cuál es la edad perfecta para jubilarse? La psicología tiene la respuesta Freepik

La jubilación suele presentarse como una fecha marcada en el calendario. En España, ese momento se sitúa hoy, a grandes rasgos, entre los 65 y los 67 años, según los años cotizados. Pero más allá de lo que fija la ley, hay una pregunta que la psicología se plantea: ¿coincide esa edad con el momento en el que una persona está realmente preparada para jubilarse?

Muchas personas que se acercan al final de su vida laboral comparten la misma sensación: por un lado, deseo de descanso; por otro, vértigo ante lo desconocido. Durante décadas, el trabajo ha estructurado los días, los horarios, las relaciones y hasta la identidad. Cuando todo eso desaparece, no basta con tener la pensión asegurada; hace falta sentirse preparado para dejar atrás una forma de vida.

Desde la psicología se insiste en una idea que desmonta cualquier búsqueda de recetas rápidas: no existe una edad perfecta universal para jubilarse, sino que depende de una combinación de factores íntimos: la relación con el trabajo, el estado de salud, el nivel de desgaste acumulado y la existencia (o no) de proyectos y deseos más allá del empleo.

Las normas, sin embargo, pesan. En el caso español, quien acredita una larga carrera de cotización puede retirarse con el 100% de la pensión alrededor de los 65 años. Quienes no llegan a ese tiempo deberán esperar algo más, hasta acercarse a los 67.

La relación personal con el trabajo es uno de los elementos clave. Hay quienes han encontrado en su profesión una fuente de placer, de sentido y de vínculos sociales. Ese tipo de persona suele experimentar el trabajo como un espacio donde se siente útil, reconocida y mentalmente activa. Para ellos, seguir en activo, siempre que la salud lo permita, puede resultar estimulante y protector. Jubilarse demasiado pronto, en estos casos, se vive a veces como un corte brusco, incluso como una pérdida de identidad.

En el extremo opuesto están quienes arrastran años de turnos interminables, presiones constantes, cargas físicas intensas o un clima laboral enrarecido. Cuando el cuerpo y la mente llevan tiempo quejándose, cuando el domingo por la tarde se convierte en un pequeño drama porque el lunes toca volver a empezar, la idea de alargar la vida laboral hasta el máximo legal puede vivirse casi como una condena. La edad psicológica de jubilación, en estos casos, suele llegar bastante antes que la edad marcada por la normativa.

A esa ecuación se suma el estado de salud, tanto física como mental. No es lo mismo llegar con energía, capacidad de concentración y ganas de seguir aprendiendo, que hacerlo con dolores crónicos, problemas de sueño, ansiedad o sensación de agotamiento permanente. El cuerpo, en muchas ocasiones, avisa antes que la cabeza.

Otro factor decisivo es lo que ocurre fuera del trabajo. Quien ha cultivado aficiones, amistades, intereses culturales, deportivos o comunitarios tiene más 'colchón' a la hora de soltar la vida laboral. Tiene a dónde dirigir su tiempo y su energía. En cambio, cuando todo ha girado durante décadas en torno a la empresa, la consulta o el taller, la jubilación puede vivirse como un auténtico choque de realidad.

Los psicólogos advierten de un peligro recurrente: imaginar la jubilación como una desconexión total del mundo. No se trata de pasar de estar dentro a estar fuera, como si al dejar de trabajar se dejara de existir socialmente. La clave está en construir otras formas de presencia: nuevas rutinas, nuevas actividades, nuevas maneras de sentirse útil y en relación con los demás.