
Incendios
Lenguas de fuego en un incendio: qué son y por qué es lo más temido por los bomberos
Los equipos de extinción saben que cuando la longitud de la llama supera los tres metros, la situación cambia por completo

La segunda ola de calor del verano mantiene en vilo a buena parte de España. Decenas de incendios se han declarado en Castilla y León, Galicia y Extremadura, obligando a evacuar pueblos, cortar carreteras y desviar trenes de alta velocidad. En las redes sociales se repite una imagen: llamaradas inmensas que se estiran y avanzan con una violencia que parece imposible de frenar: las denominadas 'lenguas de fuego'. Este término no es una palabra técnica de los dispositivos de extinción. En los manuales y planes operativos se habla de 'longitud de la llama', un parámetro clave que permite medir la intensidad del incendio y anticipar qué tácticas son posibles.
Los equipos de extinción saben que cuando la longitud de la llama supera los tres metros, la situación cambia por completo. A partir de esa intensidad resulta prácticamente imposible combatir el fuego de manera directa: las herramientas manuales ya no sirven, el calor se vuelve insoportable y las descargas aéreas pierden eficacia.
El peligro no se limita a la violencia de las llamas. Los incendios con gran longitud de llama generan con facilidad pavesas (brasas incandescentes) que el viento transporta cientos de metros por delante del frente principal. Basta con que caigan sobre vegetación seca para que se enciendan nuevos focos. Este fenómeno, conocido como 'spotting', complica enormemente la labor de extinción porque obliga a perseguir varios frentes al mismo tiempo. Así es como un incendio aparentemente controlable puede disparar su perímetro en cuestión de minutos.

En circunstancias aún más adversas (temperaturas extremas, fuerte viento y pendiente acusada) pueden aparecer fenómenos mucho más peligrosos: remolinos o incluso tornados de fuego. Se trata de columnas de aire que giran a gran velocidad y que arrastran llamas y material incandescente, avanzando de forma imprevisible. Para los bomberos, encontrarse con un remolino de fuego significa replegarse de inmediato, porque no existe estrategia eficaz contra un fenómeno de esa magnitud.
En términos operativos, la longitud de la llama no es solo una medida visual: está directamente vinculada con la intensidad lineal del incendio, es decir, con la energía que libera por cada metro de frente. Esa intensidad determina si se puede atacar con cuadrillas en tierra, si es necesario recurrir a líneas de defensa indirectas o si la única opción es esperar a condiciones más favorables. En laderas inclinadas o bajo rachas de viento, la llama se inclina y se alarga, de ahí que la percepción de 'lenguas' coincida casi siempre con escenarios de máximo riesgo.
El verano más adverso
España afronta en estas fechas temperaturas por encima de los 45 grados en el sur y el este peninsular, con humedades muy bajas y viento irregular. Ese cóctel ha dejado más de cuarenta incendios activos, con varios frentes declarados fuera de control.
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