Acoso sexual

Primera condena en Líbano a un hombre por agredir a su esposa

Un libanés ha sido condenado a nueve meses de prisión por haber pegado a su esposa, lo que supone la primera pena por agresión machista desde la adopción de la ley contra la violencia doméstica el pasado abril, informan hoy medios locales.

Hasan Ftuni fue condenado, además, a pagar 20 millones de libras libanesas (unos 13.267 dólares) a su esposa Tamara Harisi, de 21 años, por los golpes y heridas sufridos.

Harisi afirmó a la prensa que está "tranquila"de cara a los próximos nueve meses, aunque confesó que tiene miedo a cuando su marido salga de prisión porque "no puedo confiar en él".

La joven, que vive ahora con sus padres y con su hija de seis meses, dijo que "ni con la cadena perpetua podría borrar los 18 meses horribles"que ha pasado con él.

Por su parte, la ONG Kafa (basta), que pilotó la campaña en favor de la ley, calificó el juicio de "excelente"en un comunicado.

La abogada de esa asociación, Leyla Awad, anunció que presentará una nueva demanda por intento de asesinato, ya que el agresor trató de matar a su víctima.

Harisi reveló que su marido la golpeaba y maltrataba a diario, la última vez el pasado 7 de junio, cuando fue objeto de la violencia de su esposo durante tres horas seguidas.

"Trató de reventarme los ojos y quemarme viva al derramar alcohol sobre mi cuerpo", relató.

En el Líbano, muchas mujeres rechazaban denunciar los malos tratos por miedo al escándalo, pero en los últimos meses se hicieron públicos varios casos de violencia machista, algunos de los cuales desembocaron en el asesinato de las víctimas.

Líbano aprobó la ley contra la violencia de género en abril pasado, una normativa que ha suscitado las críticas de grupos de derechos humanos, al considerar que no protege suficientemente a las mujeres.

La Constitución libanesa estipula la igualdad de género, pero hasta 2011 las autoridades no abolieron el artículo del Código Penal sobre los crímenes de honor.

Las leyes discriminatorias de las distintas comunidades religiosas agravan problemas como el de la violencia machista, de la que ni siquiera hay cifras oficiales de víctimas.