Estocolmo

¿Se podría haber evitado el asesinato de un menor de 10 años?

Fachada de la vivienda en la urbanización Torrealmendros, de Torrevieja
Fachada de la vivienda en la urbanización Torrealmendros, de Torreviejalarazon

Es extraña una muerte de un menor de 10 años por violencia de género. Y sí, podía haberse evitado. Un ser inocente que no tiene culpa de hallarse en medio de una relación entre su madre y su pareja, una pareja que hacía tiempo maltrataba y castigaba a la mujer y especialmente a este menor, castigándolo sin comer y sin permitirle el acceso a la vivienda en la que vivían los tres. Son normas arcaicas de educación, por las que se estimula a que hagan oídos sordos y se muestren ciegos para evitarse complicaciones cuando son testigos de situaciones tan sangrantes como las del maltrato. En esta y otras muchas ocasiones, la consecuencia final es el asesinato con violencia. Debe desterrarse y concienciarse de que es muy difícil mantener la idea de una denuncia en mujeres afectadas de una dependencia afectiva como es el síndrome de Estocolmo, encerradas en ese círculo cerrado de agresión, reconciliación, perdón... Se atisba en la madre de este menor su respuesta al preguntarle por qué no abandonaba una relación peligrosa exenta de respeto y amor afirmando, como una especie de disculpa, la mala situación económica y que en el trabajo, en el negocio conjunto con el agresor, no recibía remuneración y esperaría a la finalización del contrato para irse.

Si hubiese denunciado tendría una casa de acogida, se le hubieran dictado los pasos adecuados, se la protegería a ella y al menor... Simplemente, era una ilusión de cambio en una persona que jamás cambiaría y con antecedentes de maltrato en sus parejas anteriores. Aquí si tenemos que hablar de una ley de violencia de género mal hecha, muy limitada, y que son inútiles las condenas cuando se falla en la prevención. La retirada de la ley de libertad vigilada a los maltratadores ha sido un flaco favor. Hay muchos flecos pendientes que sería urgente corregir. Y las que tratamos día a día con este problema sí somos conocedoras de los elementos que acabarían con esta lacra: denuncia por parte de las afectadas, pero si no es posible, la denuncia del entorno que conoce estas actitudes agresivas. Debería actuar como si de su propia familia se tratara, sin miedo, y así recibiría un tratamiento farmacológico y psicológico para que vea la luz a la salida del túnel. Y, por supuesto, libertad vigilada a los maltratadores, máximo siendo reincidentes, y no reducir las condenas a simples trabajos para la comunidad ni a órdenes de alejamiento, sino ingresos en prisión porque así sí modificarían esta conducta agresiva y anómala. El miedo a volver a la cárcel, y no algo que no es castigo, como la simpleza de realizar trabajos sociales y la agresividad en la salida y culpabilidad de quien provocó esa situación con una denuncia, se elimina con la libertad vigilada. Sin concienciación social ni leyes efectivas no hay progreso ni avance, sino retroceso. Un menor de 10 años tenía el derecho de vivir, de disfrutar vivencias, emociones, ilusiones, pero se lo han negado. Y esto debe servir de examen de conciencia .

*Psicólogo