"Match"
El amor es un negocio. Y muy rentable. Si en tiempos prepandémicos las aplicaciones de citas ya eran un éxito absoluto, el aislamiento provocado por la covid ha llevado a estas plataformas de contactos virtuales a competir seriamente con los métodos tradicionales de ligue. Las miradas furtivas en una discoteca pueden ser historia. Las charlas infinitas al cierre del pub, prácticamente, una especie en extinción.
Se estima, según previsiones de Statista, que 370 millones de personas en el mundo utilizan alguna de las aplicaciones, siendo las más populares Tinder y Badoo, y para finales de este año se apunta a unos ingresos superiores a los 3.200 millones de dólares en el sector. Y, atención, que esta fiebre de amor 2.0 se extiende por todo el globo, no es una moda «geográfica». Pese a que Estados Unidos lidera el mercado, un 14,7 % de su población tiene un ciberperfil amoroso, España goza de un no menos interesante 12% de ciudadanos enganchados a deslizar el dedo a izquierda y derecha.
Así que, en medio de esta fiebre de jugosos réditos económicos, muchos se preguntan qué se esconde en la trastienda de estas multinacionales que han esparcido sus tentáculos por todo el planeta. ¿Cómo es el engranaje de estas aplicaciones? ¿Existen sesgos o inductores de «match»? ¿Hay perfiles falsos protagonizados por bellezas de anuncio que sirven de gancho para quienes desean saciar su sed amorosa?
Miles Norris, director de producto en Badoo y experto en desarrollo digital, desvela a LA RAZÓN los secretos mejor guardados de una de las aplicaciones más potentes y los algoritmos «sentimentales» que ellos ponen en práctica. «Para hacernos una primera idea, en gran medida, el algoritmo de Badoo considera las preferencias y la actividad previa del usuario en la aplicación para determinar qué perfil se muestran. De esta manera, cuando deslizas el dedo, el algoritmo prioriza a las personas que tienen una mayor probabilidad de coincidir contigo. Sin embargo, hay un aspecto clave en el que el algoritmo de la aplicación de citas que es diferente al de una aplicación que no pertenece al sector. Por ejemplo, en Badoo, se deben tener en cuenta las preferencias tanto del usuario que realiza la búsqueda como del usuario al que se muestra, lo que hace que la tarea sea mucho más desafiante. Esto contrasta con lo que supone, por ejemplo, un algoritmo que recomienda qué libro leer, pues no necesita tener en cuenta estas preferencias en base a dos caras, ya que el libro no tiene preferencias sobre qué persona debería leerlo».
¿Sexo o relación?
Este experto, que nos atiende desde Estados Unidos, se resiste (como es lógico) a darnos la fórmula secreta del éxito de programación de estas aplicaciones, «sería como revelar la receta de la Coca-Cola», dice. Si Badoo ya ha conseguido enganchar a 28 millones de ciudadanos, Tinder suma 50 millones. Y las estadísticas y encuestas solo reman a su favor. Según un estudio de la OCU, uno de cada tres usuarios, se considera adicto a estas aplicaciones y, pese a que la mayoría de ellos son jóvenes, el 15% de los españoles más enganchados tienen entre 46 y 55 años. Eso sí, según el estudio elaborado por la Organización de Consumidores, el 34% lo utiliza para encontrar una relación estable, mientras que el 31% lo hace con la finalidad de tener encuentros sexuales sin compromiso.
«Nuestros algoritmos intentan comprender el comportamiento de los usuarios en el pasado para predecir cómo van a interactuar con los perfiles de la plataforma en un futuro. Por lo tanto, el objetivo del algoritmo es sugerir perfiles que tengan la mayor probabilidad de participar en la conversación después del «match», subraya Norris.
Si ustedes han utilizado en alguna ocasión una aplicación de citas, se habrán dado cuenta que incluso en el ligue virtual hay «clases», versiones premium, (es decir, de pago), otras en las que un sexo u otro, domina sobre el contrario y tan solo permite que le hable quien lo desee. Un sinfín de posibilidades que, en cierto modo, rompen con la magia del directo.
Detectores de perfiles «fake»
En ocasiones, lo que se supone que debería ser un espacio libre de odio y amor a raudales, muchas de estas plataformas se han visto obligadas a regular ciertas conductas y penalizar por ciberacoso: «En nuestro caso, hemos lanzado Rude Message Detector (un detector de mensajes ofensivos), entrenado para detectar cualquier texto que pueda ser percibido como grosero, abusivo, homofóbico o discriminatorio. Se ha ajustado a más de dos millones de mensajes y reconoce 100 idiomas. Cuando un miembro recibe un mensaje dentro de nuestra aplicación que podría ser dañino o perjudicial para el lector, gracias al detector podemos ponernos en contacto con el miembro en tiempo real a través de un mensaje emergente. Les damos el control para descartarlo si se sienten incómodos con el lenguaje utilizado. Si no es así, recomendamos al receptor que informe de la conversación directamente a través del mensaje emergente y le indique cómo puede hacerlo», apunta el estadounidense.
Así, los desarrolladores tecnológicos «del amor» trabajan constantemente para mejorar la capacidad de sus algoritmos y predecir el nivel de interés que tiene un usuario en un perfil determinado, para conocer así las preferencias más detalladas del usuario. Desarrollar una aplicación de este estilo no es especialmente costoso, en palabras de Miles, «sin embargo, crear una comunidad de citas saludable es mucho más que un desafío tecnológico. Se necesitan meses, si no años, para desarrollar una conjunto de personas de ideas afines que estén alineadas con nuestra misión y valore».
Otra de las preguntas más habituales entre asiduos de estos métodos de ligue es si existe o será posible detectar perfiles «fake»: «No sabes cómo desearíamos que así fuera. Ni siquiera los polígrafos podrían ser tan precisos para detectar mentiras. En el momento en que alguien pueda llegar a inventar algo así podría jubilarse el resto de su vida así como sus próximas diez generaciones. Sin embargo, lo que sí que podemos hacer es detectar cualquier contenido inadecuado. En nuestro caso existe un detector privado, que identifica desnudos y píxeles de inmediato. Está en el receptor aceptarlo o no, nosotros no juzgamos».
Otra de las grandes incógnitas sobre la cara b de estas «apps» es el uso que hacen las compañías con los millones de fotografías que se suben en ellas así como los datos personales. ¿Existe un tráfico de big data con la información de los usuarios? ¿Hasta qué punto son conscientes los clientes del destino de su privacidad?
«En nuestro caso , se guardan diferentes tipos de datos por diversas razones de manera que los almacena y protege cada uno por separado. Tomamos medidas para segregar diferentes tipos de datos, así como por geografía. La única manera de conectar diversos depósitos de datos a usuarios individuales es con acceso de administrador de nivel superior», dice el responsable de Badoo.
Añade que tanto el perfil como el resto de información que se pone a disposición a través de la aplicación, incluida cierta información agregada a los perfil a través de cuentas de terceros (como Facebook o Instagram), pueden ser vistos y compartidos por usuarios con personas que pueden o no ser clientes de la aplicación. «Por ejemplo, un usuario puede recomendarte como pareja de sus amigos tomando una captura de pantalla de tu foto de perfil y compartiéndola, independientemente de si dichos amigos también son usuarios de la aplicación».
Aunque se resiste a facilitarnos el volumen de datos que maneja esta famosa «app», Norris apunta que las 800 personas que trabajan en el desarrollo de esta aplicación, sigue investigando cada día para mejorar los mecanismos de interconexión. ¿El futuro de estas aplicaciones? Muy prometedor. «La mejora pasa por reforzar las conexiones reales de manera rápida y fácil, sin presión», sentencia.