Comedias románticas
«Smiley», si el amor se midiese con emoticonos
Netflix estrenaba recientemente la comedia romántica para estas navidades, la adaptación de una función teatral en serie
Navidad es una de las épocas de mayor consumo televisivo, la fecha perfecta para rememorar grandes clásicos o descubrir nuevas ficciones para las que nunca encontramos tiempo en el resto del año. Pero en cuanto a géneros, las comedias románticas han sido las que han copado la mayoría de franjas en estas fechas en la televisión convencional y por ello, ahora las grandes plataformas también buscan satisfacer esta tendencia.
Netflix presenta estos días «Smiley», la adaptación de una obra de teatro que ha triunfado en medio mundo. El nombre procede de uno de los emoticonos más universales, cuando ni siquiera las palabras alcanzan la precisión exacta para transmitir la emoción de conocer a alguien por primera vez. Esta ficción recupera y parodia al mismo tiempo algunos de los clichés de la comedia romántica convencional, los cuales también habrá que restaurar al tratar en «Smiley» sobre una pareja homosexual. El guion aprovecha esta oportunidad para discutir algunos de los estereotipos que aún predominan sobre el colectivo LGTBI e incluso algunos prejuicios que conservan sus propios miembros. La serie tiene mucho de reírse de sí misma y ponerse ante el espejo.
Bruno, el personaje interpretado porMiki Esparbé, comete en sus primeras citas el clásico error de acabar hablando de sus exparejas: «Está claro que hace eso porque se muere estando en silencio enfrente de la persona que le gusta y es capaz de sacar cualquier tema de conversación, pero igual no es la mejor manera de entrar a alguien».
Ambos forman parte de universos muy distintos, Álex (interpretado por Carlos Cuevas) trabaja en un bar de ambiente con un entorno de familias no convencionales, mientras Bruno se dedica al mundo de las grandes corporaciones rodeado de padres de familia, con vidas aparentemente ideales. «En esencia, por muchas diferencias que haya, es evidente que ambos buscan lo mismo, alguien con quien compartir las tardes de domingo más allá del sexo». Un chico de gimnasio y un friki de los edificios y las películas de culto acabarán encontrando puntos en común entre tanto contraste.
«Las historias bizarras nos atraen más, somos muy cotillas» comparte Carlos. «De manual una comedia romántica tiene que pasar por lados oscuros, pero por que la gente tiene que identificarse con comportamientos que todos hacemos mal. Pero siempre se mantiene la esperanza de que surja la chispa», completa Miki.
Una de las escenas más entrañables de la serie es una surrealista conversación telefónica, la típica escena en la que el espectador se pregunta cómo se rodó. «En este caso nos ayudaba que estuviésemos los dos al teléfono. Carlos se tuvo que bajar al piso de abajo para que no se le escuchara y en sus escenas se tapaba el auricular con el teléfono fijo». Esta serie también esconde muchos guiños a la comedia de los 90, como la mítica pantalla partida de «Cuando Harry encontró a Sally».
Pero el personaje de Bruno es el más mágico de los dos, es una contradicción en sí mismo que se autoboicotea constantemente. «A diferencia del resto no le importa ni siquiera ser rechazado por otros, solo quiere que Álex le reconozca que no es lo suficientemente atractivo para él». La tendencia a confirmar nuestros complejos y miedos para evitar enfrentarnos a ellos. «La técnica del autosabotaje», la bautiza Miki. «Él cree saber lo que todos piensan de él y se considera profundamente realista, cuando en verdad sueña con vivir una historia de amor como en las películas».
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