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Mini héroes ecologistas: Los niños que gracias a sus iniciativas se convirtieron en colaboradores de Jane Goodall

Son menores, pero eso no les impide ser parte activa de la organización internacional de protección de la Naturaleza de la primatóloga inglesa. Entre sus acciones: ayudar al apadrinamiento de animales de protectoras o cuidar de las colonias de gatos

El proyecto Soulmates trabaja con menores de centros de acogida y animales de protectoras
El proyecto Soulmates trabaja con menores de centros de acogida y animales de protectoraslarazon

Son menores, pero eso no les impide ser parte activa de la organización internacional de protección de la Naturaleza de la primatóloga inglesa. Entre sus acciones: ayudar al apadrinamiento de animales de protectoras o cuidar de las colonias de gatos

Miguel siempre ha tenido mano con los animales. Desde bien pequeño se le acercaban. No sé explicarlo muy bien, pero creo que saben que el niño no les va a hacer daño; como si confiaran en él», dice Encarni, la madre de Miguel Gallego, mientras trata de contar qué originó que su hijo de diez años se haya convertido en un «mini-héroe» de la conservación. Esta fue la definición que le dio la famosa primatóloga Jane Goodall a este pequeño de Albacete cuando conoció su historia. A los tres años y recién mudados, Miguel se encariñó con una colonia de gatos de su nuevo barrio. Les daba de comer, les construía refugios precarios para que no tuvieran frío, hasta que un día, tiempo después, se dio cuenta, junto a su mamá, de que los barrenderos les desmontaban las casitas. Motivada por la preocupación, Encarni le propuso a Miguelescribir al Instituto Jane Goodall. Su intención era que al menos Miguel ensayaría a escribir correctamente mientras hacía la carta.

La sorpresa fue que el organismo contestó animando al pequeño a seguir cuidando de los gatitos y a ponerse en contacto con alguna asociación de protección de animales de la zona, en su caso «Dejando Huella». El niño, envalentonado por el cariño hacia los felinos y ahora por saberse un mini-héroe, inició una actividad incansable en defensa de los animales hasta hoy. Gracias a él, la colonia está controlada por el Ayuntamiento, que vacuna y esteriliza a los gatitos. Además, Miguel ha formado un grupo llamado «Feliznos», que a su vez está integrado en el programa «Raíces y Brotes» del Instituto Jane Goodall, y con el que intenta buscarles un hogar a los 17 felinos que se contabilizan ahora en la colonia. Muchos han conseguido casa gracias a él: «Harper se ha ido a Frankfurt; Pelayo y Jane también han salido del país. En realidad a casi todos los adoptan fuera. Sólo Cervantes, uno de los cachorros de las últimas camadas, se ha quedado en Albacete», dice Encarni. Aparte de cuidar y jugar con los animales, junto a su hermano Felipe, que sufre autismo, y otro grupo de chavales de la zona, Miguel organiza recogidas de móviles en su cole y allí por donde pasa. «Cuando estuve ingresado en el hospital puse un par de carteles del programa ‘‘Movilízate por la Selva’’, para hacer recogida de teléfonos usados», explica el pequeño. Una vez que reúne 30 móviles los manda al Instituto que los recicla en Congo para evitar al menos una parte de la extracción de nuevo coltán, un mineral presente en los aparatos y que provoca innumerables conflictos y problemas en la República debido a la minería ilegal y la explotación de mano de obra infantil. Además, con el envío, el Instituto concede al voluntario el apadrinamiento de un chimpancé durante un año.

En diciembre pasado Miguel pudo conocer en persona a la doctora Goodall, quien pasó por Madrid para ser investida Doctora Honoris Causa por la Universidad Complutense. «Me dio un abrazo de verdad y me dijo que era su inspiración», recuerda emocionado Miguel. A sus 84 años, la doctora Goodall pasa 290 días fuera de casa concienciando sobre la importancia de la conservación y conociendo a grupos de «semillas y brotes» de todo el mundo. Para ella y el Instituto el cambio que el mundo necesita está en los niños. «Cualquiera puede marcar la diferencia cada día, en cualquier lugar», decía la primatóloga ese día.

El grupo de niños de «Soulmates» son otro de los grupos «Raíces y Brotes» más destacados de España (algunos de ellos también conocieron en persona a Goodall en diciembre). Los nombres de estos pequeños mini héroes colaboradores de Jane no se pueden saber; son niños que viven en centros de acogida de la Comunidad de Madrid, los que tienen pocas posibilidades de salir a alguna familia por edad; ya han estado en acogimiento familiar y los han devuelto, o simplemente, no tienen ya ganas ni interés por salir del centro. Gracias al equipo de Jonás Reguilón, que viene de la terapia con animales, se ha dado forma al proyecto «compañeros de alma». «Es un programa de ayuda bidireccional entre estos niños y animales que viven en protectora y que también por su perfil, edad o estado de salud tienen muchas dificultades en ser apadrinados.El proyecto se ha realizado en una residencia donde se han hecho más de 24 sesiones de terapia en dos fases. En una primera se hacía terapia con nuestros perros ya entrenados y en la segunda con animales de protectora. Al principio es el centro quien hace una preselección de los animales pero al final son los niños participantes los que eligen con cuál de ellos quieren trabajar. Por un lado los niños les ayudan a socializar, mejoran su calidad de vida, su bienestar. Les hacen un perfil en redes sociales y producen material gráfico con el que contar su historia y ayudar a que encuentren un hogar. Lo hacen desde su mirada y desde su propia experiencia», explica Reguilón.

Una de las pequeñas eligió trabajar con dos gatitos hermanos, justo cuando su hermana gemela se separaba de ella para ir con su nueva familia de acogida. Otras dos chicas, ya a punto de irse de la residencia porque cumplen la mayoría de edad, decidieron trabajar con Tango, el perro más mayor de la protectora. Gracias a un rap que le compusieron y su persistencia han conseguido que Tango disfrute de una nueva familia. Nilo, un cachorro de pitbull travieso, activo y tremendamente invasivo ha conseguido que el minihéroe de este programa más callado, ansioso y con más dificultad para la relaciones sociales y para expresar sus sentimientos debido a una historia pasada plagada de maltratos, haya podido trabajar en terapia el dolor, su dolor, y pedirle un abrazo, él a quien tan poco le gustan esas cosas, a la mismísima Jane Goodall apenas la vio. Estos niños han conseguido un 90% de apadrinamientos, al mismo tiempo que «se benefician ellos a través de la terapia; consiguen acercarse a su propia historia, algunas de ellas son durísimas, y mejoran, según los informes de los educadores, en expresar sus propios sentimientos. Se trabaja el cariño, el afecto y también la despedida. Incluso se ve que empiezan a vivir la residencia de forma más positiva, como un lugar de oportunidad», dice el psicólogo. Cuando terminó el primer proyecto, que ahora se está repitiendo, decidieron entrara a formar parte del programa del Instituto Goodall, para dar continuidad a los logros y que los niños puedan por un lado, saber cómo están esos animales a los que consiguieron un hogar (los adoptantes se comprometen a dar noticias de las mascotas) y seguir trabajando mano a mano con la protectora asociada.

Historias como estas las hay en todas partes y demuestran que se pueden hacer mucho con muy poco y aun siendo pequeño: en Florida, Susette Oñate consiguió recuperar el jardín de mariposas de su escuela de secundaria para enseñar a sus compañeros la importancia de la conservación. Víctor Davila, vecino de la zona más deprimida del Bronx de Nueva York, creó un programa llamado Ecoryders en el que se intercambian horas de educación medioambiental por cursos para que cada chico construya y decore su propio monopatín.