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Sus Majestades los reyes Don Felipe y Doña Letizia visitaron ayer martes la localidad palentina de Brañosera, cuna del municipalismo en España por cuanto fue el primer municipio que se constituyó como tal en nuestro país hace ya 1.200 años. Fue el quinto viaje oficial del monarca a tierras palentinas desde su proclamación y el segundo de la Reina, que convirtió a los vecinos de Brañosera en protagonistas de un día inolvidable en esta zona de la Montaña Palentina.
Su historia arranca en la época prerromana. Íberos, y Celtas fueron los primeros habitantes de la Península Ibérica en esta etapa, y los que le dieron nombre. Más tarde llegaron los romanos y la denominaron Hispania, para que finalmente los musulmanes la ocuparan durante siete siglos.
Tras la invasión musulmana en el año 711, los cristianos se refugiaron en el norte de España, más concretamente en Asturias. Esto provocó una sobrepoblación en la que la hambruna y la pobreza dominaban sus vidas. De esta forma, muchos se vieron obligados a exiliarse a la zona conocida como Brannia-Ossaria, ahora Brañosera.
Para organizar esta nueva población, el conde de Castilla, Munio Núñez concedió la carta puebla a sus súbditos, dotándoles de derechos. No obstante, el libre uso del valle acarreó dos condiciones: dar parte de ese uso al que quisiera venir a poblar el valle, y abonar al conde la mitad de los beneficios extraídos de las tierras. Así nació el Fuero de Brañosera, la primera carta puebla, fechada el 13 de octubre del año 824, que constituye formalmente la primera organización administrativa local, el germen de los actuales ayuntamientos.
Pero en estas líneas de LA RAZÓN de este miércoles el protagonista no es el municipio de Brañosera sino otro más pequeño, con mucho encanto y cercano al pueblo más antiguo de España, por cuanto pertenece a él en lo administrativo.
Se trata de Salcedillo, una población con un legado histórico en sus edificaciones y monumentos que trasladan al visitante a otra época y que no dejan indiferente a nadie. Su iglesia parroquial y las tradicionales casas castellanas son un reflejo de la arquitectura rural de la región.
Salcedillo, además, es una localidad casi limítrofe con la comunidad vecina de Cantabria y está considerado como el pueblo más pequeño de Castilla y León. Apenas una docena de habitantes pueblan sus casas aunque se encuentra en un entorno natural privilegiado, rodeado de vastos campos de cultivo que cambian de color con las estaciones y que ofrecen paisajes bucólicos que parecen sacados de una pintura.
Su territorio se encuentra emplazado entre espectaculares bosques, a los pies de la Sierra de la Braña a 1.195 metros sobre el nivel del mar. Es, de hecho, uno de los pueblos más altos de la zona.
Además, Salcedillo está rodeado de paisajes verdes, ideales para el senderismo, el ciclismo para desconectar del mundanal ruido. De hecho, existe un sendero histórico que conecta Ampurias en el Mediterráneo con Finisterre en el Atlántico por la Montaña Palentina y atraviesa Salcedillo.
De hecho, una de las primeras etapas de esta ruta es la que va de Salcedillo a Brañosera, y discurre por un camino de uso agrícola y ganadero que remonta el curso del río Camesa hasta llegar a la localidad. Una ruta que ofrece unos paisajes más impresionantes y menos conocidos de España.
Atravesado por el río Camesa, que divide al pueblo en dos y deja un exhuberante verdor a su alrededor, el origen de Salcedillo está además vinculado una antigua calzada romana de Somahoz, según algunos historiadores.
Asimismo, Salcedillo forma parte del Camino de Santiago del Norte, en la ruta del Besaya y se encuentra igualmente en la ruta del románico
Y quien visite esta localidad no debe dejar escapar la oportunidad de acercarse hasta la iglesia dedicada a San Martín Obispo, una joya del románico del siglo XII que se ubica en el centro de la localidad junto al puente que atraviesa el río Camesa y que es uno de sus grandes reclamos.
Se suele considerar el siglo XII como el momento en el que se construyó la cabecera y al menos una de las dos naves que componen la iglesia, a la que se añadieron posteriormente ya en los siglos XVII y XVII la torre, la espadaña y la sacristía. Esta dificultad proviene de su casi completa destrucción el siglo pasado. Y es que el igual que ocurrió con la iglesia de la vecina Brañosera, la de San Martín Obispo de Salcedillo también fue volada con dinamita durante la revolución de octubre en el año 1934, que supuso la práctica destrucción del edificio.
Pocos años después, en la década de los 40, distintas obras de reconstrucción con los fragmentos recuperados intentarían devolverle su aspecto original, por lo que su planta actual ha sufrido múltiples transformaciones.
También conocida como la Revolución de 1934 fue una huelga general revolucionaria de campesinos, jornaleros y mineros convocada por la UGT y que se desarrolló entre los días 5 y 19 de junio de ese año, pocos antes de la recolección, durante el segundo bienio de la Segunda República Española. El objetivo principal fue protestar contra el ascenso de la derecha en la política española.
Cataluña y Asturias fueron las regiones donde se produjeron los incidentes más graves y se calcula que hubo aproximadamente 1500 muertos, entre revolucionarios, agentes del orden público, militares, civiles y religiosos. La revolución fue brutal, con un estallido de violencia, especialmente entre jóvenes y fue duramente reprimida por el gobierno radical-cedista de Alejandro Lerroux, contra el que se había lanzado la insurrección por haber dado entrada en el gobierno a tres ministros de la CEDA. El General Franco dirigió las operaciones militares desde Madrid, tanto a las tropas coloniales marroquíes, los denominados regulares del Ejército de África, como a ls miembros de la Legión procedentes del Marruecos español.
A pesar de ser derrotada, algunos historiadores aseguran que esta revolución se considera un mito para la izquierda obrera española y europea, a la altura de la Comuna de París o el Sóviet de Petrogrado de 1917, ya que fue la «última revolución social del occidente europeo».
Pero volviendo a la iglesia de San Martín Obispo de Salcedillo, víctima colateral de esta revolución, cabe señalar que del exterior del templo sobresale su portada, compuesta por un arco de medio y tres arquivoltas, decoradas con ajedrezado, sogueado con bolas y flores inscritas en círculos. Todo ello se enmarca en un guardapolvo con decoración geométrica sobre el que hay un cimacio con motivos vegetales. Es el vestigio más íntegro del edificio medieval y condensa la práctica totalidad de la ornamentación escultórica.
Mientrras que las columnas que sujetan una de las arquivoltas están decoradas de animales y presentan una serie de canecillos, al estilo románico.
Ya ne el interiir hay algún vestigio de pintura que asoma tímidamente en las dovelas del arco triunfal y se tiene constancia por la documentación que se conserva de la existencia de una Virgen y una pila bautismal románicas, si bien ambas están desaparecidas.
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