
Cultura
El precioso pueblo medieval que parece sacado de un cuento y que enamoró a Orson Welles
Fue escenario de una de las batallas más famosas de España y que cambió el rumbo del país

Muchos son los rincones recónditos de España que encandilan a famosos de todo el mundo. Es el caso de este pequeño pero impresionante pueblo medieval que encandiló al propio director de cine Orson Welles, que lo eligió para disfrutar de tiempo de descanso y para escenario de varias secuencias de «Campanadas a medianoche», una película que se ubica en Inglaterra y en la Guerra de los Cien Años.
Un filme rodado en la década de los años sesenta del pasado siglo en el que el pueblo se implicó y colaboró a pesar del choque de culturas que había, de una parte la Soria agraria y, de la otra, el mundo especializado del séptimo arte. También ayudó el propio Welles, muy cercano y empático con los habitantes del municipio, ya que incluso cenaba con ellos durante las más de tres semanas que duró el rodaje.
Considerado uno de los artistas más versátiles del siglo XX en el campo del teatro, la radio y el cine, Orson Welles alcanzó el éxito a los 23 años gracias a la obra radiofónica "La guerra de los mundos", que causó conmoción en los Estados Unidos cuando muchos oyentes del programa pensaron que se trataba de una retransmisión verdadera de una invasión extraterrestre. En 1946, bajo la sospecha de ser comunista, su carrera en Hollywood se estancó y se vio obligado a trasladarse a Europa, donde trabajó como actor para financiar sus producciones, según informa Wikipedia.
Entre sus otros muchos proyectos destaca la producción y dirección de películas como Macbeth (1948), Otelo (1952) -adaptaciones de obras teatrales de William Shakespeare-, El proceso (1962) -adaptada del libro homónimo de Franz Kafka- y F for Fake (1973), entre otros. Su última aparición fue en televisión, haciendo un cameo en la teleserie Luz de luna; murió cinco días antes de la emisión del capítulo.
Su fama creció tras su muerte en 1985 y ahora se le considera uno de los más grandes directores de cine y teatro del siglo XX. En 2002 fue elegido por el British Film Institute como el mejor director de la historia del cine.
Calatañazor
Pues el pueblo español que enamoró a Orson Welles como escenario de alguna de sus películas es Calatañazor, en plena Tierra de Pinares, de la provincia de Soria, que también paso a la historia por una de las batallas que cambió la historia de nuestro país. El primer asentamiento de Calatañazor podría datar entre el siglo II y III d.C, en la ciudad arévaca de Voluce que, según estimaciones arqueológicas, podría emplazarse a un kilómetro de Calatañazor sobre un cerro lindante con el río Milanos que se conoce como Los Castejones.
Allí habría permanecido Voluce desde el siglo III-II a. C. hasta los siglos IV y C de nuestra era, es decir, durante todo el periodo de presencia o dominación romana en la Península. Con las invasiones germánicas los habitantes de la antigua ciudad debieron encontrar mejor acomodo en el promontorio que ocupa la actual Calatañazor y trasladarse a él.
De la época visigótica pudieran ser las tumbas antropomorfas que aparecen excavadas en la roca en la base del castillo, visibles desde este y accesibles por la vega. En el siglo VII se extendió por la Península Ibérica el dominio musulmán que alcanzó, por supuesto, a estas tierras en las que dejó perdurable huella.
Precisamente en relación con las luchas que en ellas se libraron entre los cristianos del norte y los musulmanes del sur pudo producirse el acontecimiento que ha proporcionado más celebridad histórica a Calatañazor.
Era el verano del año 1002 Almanzor (Al-Mansur, esto es, «el victorioso»), general de los ejércitos del califa cordobés Hisham II y auténtico caudillo y soberano fáctico de Al-Ándalus, estragaba como cada estío durante las dos décadas anteriores las comarcas cristianas desde Santiago de Compostela hasta Barcelona.
La campaña militar de aquel año le había llevado por tierras riojanas a San Millán y Canales, de donde regresaba a sus cuarteles de invierno andaluces. Lo hacía victorioso pero enfermo. La ruta a seguir hacia Medinaceli le haría remontar el puerto de Santa Inés desde los Cameros y traspasar el portillo de Cabrejas, para salir a campo abierto frente al peñasco de Calatañazor.
Hasta aquí la historia y en adelante la leyenda. Sancho García, a la sazón Conde de Castilla, que se había enfrentado a las huestes de Almanzor dos años antes en Peña Cervera, donde, si bien resultó derrotado como siempre, apreció quizá debilidades nunca antes advertidas en los ejércitos mahometanos, bien pudo calcular que había llegado el momento y la ocasión de rendir en combate a Almanzor, envejecido, enfermo y ahora en retirada.
La tradición sostiene que «en la Calatañazor perdió Almanzor el tambor», que es tanto como decir que perdió su talismán de imbatible y que resultó derrotado, en la noche del 10 al 11 de agosto de 1002 y que fue sepultado en Medinaceli.
En el curso de la Edad Media se vincula Calatañazor con diversos personajes de la realeza castellana como Alfonso X, Sancho IV o María de Padilla: los dos primeros porque honraron la villa con su presencia en alguna ocasión; María, esposa de Pedro I el Cruel, porque pertenecía al linaje de los Padilla, señores de Calatañazor.
Ya en el siglo XVII la plaza de Calatañazor pasó de manos de los Padilla a la casa de los duques de Medinaceli. A ésta perteneció hasta que, por fallecimiento sin descendencia de Luis Francisco de la Cerda, su noveno duque, heredó el patrimonio su hermana María y recayó, por enlace matrimonial de ésta con el marqués de Feria, en este linaje nobiliario un siglo después.
A la caída del Antiguo Régimen la localidad se constituye en municipio constitucional, entonces conocido como Calatañazor, en la región de Castilla la Vieja, partido de Almazán que en el censo de 1842 contaba con 57 hogares y 232 vecinos.
A mediados del siglo XIX el término del municipio crece al incorporar las localidades de Abioncillo y Aldehuela de Calatañazor. En la actualidad cuenta con menos de 50 habitantes, pero se ha convertido en un referente turístico de la provincia soriana, y que cuenta con la distinción de Conjunto Histórico Artístico Nacional desde 1962.
Atractivos monumentales
Calatañazor cuenta con una serie de monumentos que sedujeron hasta el mismísimo Orson Welles, entre los que destacan:
Castillo
Calatañazor es una población fortificada, se conservan lienzos de la muralla en el noroeste y sur, tambores y una pequeña puerta. La construcción originaria data del siglo XII y alcanzaba en algunos tramos los 18 metros de grosor. Fue reformado en el siglo XIV. En estado de ruina consolidada, conserva algunos lienzos y parte de la torre del homenaje desde dónde se pueden alcanzar unas vistas impresionantes. Por el lado noroeste, el más sensible de la fortaleza, cuenta con un foso, mientras que por el valle de la Sangre la propia altura de los riscos ofrece una protección suficiente.
Debajo del castillo se conserva una necrópolis altomedieval con tres tumbas antropomorfas fechable a partir del siglo X. No muy lejos circulaba la vía romana de Astorga a Zaragoza.
Arquitectura popular
El pueblo te hace regresar al medievo por su estructura que le hacen tan especial, por sus calles empedradas con canto rodado y sus casas con desplomadas paredes de tapial de barro y paja o tosca mampostería de piedra, estructura y trabazón confiada a irregulares rollizos de enebro, puertas protegidas por postigos de media altura, cubiertas de teja sobre las que se alzan las genuinas chimeneas cónicas pinariegas.
Un conjunto prototípicamente medieval en su interior y no menos en su exterior, rodeado como está de recia muralla cuyos lienzos y cubos cubren todo su perímetro, con excepción del flanco oriental.
Iglesia de Nuestra Señora del Castillo
Actual iglesia parroquial, se trata de un edificio de planta de salón con una sola nave y una torre adosada en su parte norte. Es de origen románico, si bien de la primitiva fábrica no se conserva sino el paramento occidental en el que perduran un óculo baquetonado y la portada.
La singularidad de esta estriba en el alfiz rectangular que enmarca el arco de la puerta, un componente habitual en las construcciones árabes, cuya presencia aquí se debe, sin duda, a los numerosos musulmanes que residían en Calatañazor. La puerta dispone de arco de medio punto de doble arquivolta sobre sendas columnas encapiteladas. A la posterior obra gótica tardía (seguramente ya en el siglo XVI) pertenece la capilla mayor, siendo la nave y el coro del siglo XVIII.
En su interior se halla una pila bautismal románica del siglo XI, el Cristo de Calatañazor o del Amparo, talla del siglo XV en un retablo barroco del siglo XVII, y un pequeño museo que guarda variadas piezas de interés histórico y artístico, entre las que destacan las confirmaciones de privilegios originales de la villa otorgados por Enrique IV en 1456, los Reyes Católicos en 1477 y Carlos V en 1530.
El retablo mayor, de finales del siglo XVI a comienzos del XVII, en su primera parte, es obra de Juan de Artiaga y Francisco Rodríguez. El resto del retablo es del siglo XVII y el camerín de la virgen del siglo XVII. La virgen es una talla del siglo XV.
Iglesia de San Juan
De esta pequeña iglesia-ermita de una sola nave, presbiterio y ábside, no quedan sino algunos despojos que aún quieren dejarse ver entre la vegetación. Se conserva la portada en regular estado ostentando una sencilla decoración a base de bifolias.
Ermita de la Soledad
Iglesia extramuros restaurada en gran medida, pero que muestra intacto el ábside y la puerta que se abre en el lado norte. Sólo presenta decoración esta puerta en su arquivolta exterior que voltea sobre los ábacos volados al haber desaparecido las columnas adosadas a las jambas.
En el ábside existen dos puertas tapiadas que se abrieron en el siglo XVII para el tránsito de los desfiles procesionales. Una imposta recorre el tambor a media altura dividiéndolo horizontalmente en dos secciones, mientras que las columnas son de fuste continuo en toda su altura. Tanto los capiteles como los canecillos que se distribuyen bajo el alero son de una talla admirable, en particular una figurilla representando a un músico sedente.
Rollo
La Plaza Mayor de Calatañazor la preside un rollo que recuerda que la villa gozaba de la jurisdicción de impartir justicia a los reos, ya sea con la pena capital o con la exposición o vergüenza pública que suponía «estar en la picota».
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