Opinión

Belenes

Varias personas asisten al encendido de las luces de la 3ª edición de ‘Nadal al Port’, en el Moll de la Fusta
Varias personas asisten al encendido de las luces de la 3ª edición de ‘Nadal al Port’, en el Moll de la FustaDavid ZorrakinoEuropa Press

Desde que manda la alcaldesa Colau, la polémica vuelve a Barcelona por Navidad: en 2018, un belén sin el Niño Jesús, ni la Virgen, ni san José, ni el buey ni la mula, ni los Reyes Magos, por supuesto, solo unas sillas vacías alrededor de una mesa; en 2019 sí están las figuras tradicionales pero escondidas en las cajas de diferente tamaño que representan un trastero, que esa fue la composición elegida.

El de este año –en 2020 no lo hubo, por la pandemia–, erre que erre, con las figuras de luces LED repartidas por fachadas y balcones de diferentes calles, el buey en el Ayuntamiento y la mula en la Generalitat: un «belén disperso», un «paisaje navideño», así lo llaman.

Y que ha costado a las arcas municipales 200.000 euros, el triple que el de 2019, mucho más, desde luego, de lo que costaría un belén tradicional, que es, por otro lado, lo que la gente espera. Porque si hay belén es porque hace más de dos mil años ocurrió algo en Palestina, y eso es lo que se conmemora. Y si se conmemora es porque hay una tradición milenaria también, transmitida y conservada por generaciones y generaciones. Y si esa tradición milenaria ha llegado hasta nosotros es porque, les guste o no a algunos, vivimos donde vivimos, y nuestras raíces culturales, y nuestras señas de identidad, y nuestras ideas y nuestra mentalidad están donde están, en una civilización cristiana y occidental que ha hecho de nosotros lo que somos (y orgullosos deberíamos estar: basta con echar una mirada a nuestro alrededor). Qué mal hay entonces en recrear aquella escena de un niño en un pesebre como siempre nos han contado que ocurrió, con el buey y la mula y los pastores y la Virgen y san José, y los Reyes y la estrella.

¿A qué ese empeño por esconder, desfigurar, desdibujar, disfrazar o camuflar la representación del Nacimiento?

Pero no, a Colau le puede el afán de meterse en belenes, en este y en otros muchos asuntos.