Opinión

La sombra de la guerra

Palau Reial de Pedralbes
Palau Reial de PedralbesLa Razón

Tres anomalías (y un esperpento): ese era el título escogido para hoy, cuando la sombra de la guerra no lo había empequeñecido y oscurecido todo.

Tres anomalías de aquí, de lo que nos queda más cerca. La primera, la utilización del profesorado por parte del conseller: cuando la sentencia del 25%, le faltó tiempo para recurrir a ellos y buscar su complicidad; es más, les instó abiertamente a desobedecer y hacer caso omiso de dicha sentencia. Ahora, en cambio, modifica el calendario escolar sin contar con ellos, y se extraña de su reacción, y de la huelga de cinco días convocada para manifestar su rechazo. ¡La que se habría armado si hubieran sido otros los colores políticos del conseller en cuestión! (Y ojalá no sea este el primer paso, como sospecha uno maliciosamente, para recortar las vacaciones del profesorado, una vieja aspiración de muchos.)

La segunda, la del presidente Aragonès, que al parecer les da la espalda a los diputados de Vox cuando estos intervienen en el Parlament. Que sea esto un gesto de descortesía y mala educación en quien tenía que dar ejemplo de lo contrario es lo de menos; lo peor es la falta de respeto a los 217.883 votantes de ese partido, que, de acuerdo con los más elementales principios democráticos, tienen todo el derecho a que sus ideas se expresen en el Parlament, aunque no nos gusten. Pues, de lo contrario, ¿quién se arroga la capacidad de decidir qué ideas son adecuadas y cuáles no?; ¿no hay acaso libertad de expresión y de pensamiento?; ¿no es precisamente eso de lo que se presume en un régimen democrático?; ¿o solo si se expresa y se piensa lo que unos u otros creen que es conveniente?; ¿y el respeto a las minorías? Una cosa es que procuren que ninguna propuesta o iniciativa de ese grupo salga adelante, y bien está que se las compongan para silenciarles o neutralizarles o anularles, pero siempre ateniéndose a las vías y buenas maneras parlamentarias.

La tercera, la transferencia del Palau de Pedralbes a la Generalitat: lo municipal lo siente uno como propio, pues todos los vecinos de alguna manera llevamos dentro la pertenencia al lugar en que vivimos, y por eso mismo tenemos un poco la sensación de que nos han despojado de alguna propiedad, y más si es para dársela a una institución que desde hace un tiempo solo se ocupa de la mitad de los ciudadanos, o eso parece y da a entender.

Y el esperpento: la asistencia de la presidenta del Parlament a una manifestación contra una orden del Govern, la orden que prohibía seguir cortando la avenida Meridiana, y es allí donde ella acude para resarcirse de la retirada del acta al diputado Juvillà y congraciarse con los más recalcitrantes del procés.

Pero todo esto, ensombrecido y tan pequeño de pronto por la guerra, se queda ahora en lo que es: las rencillas, las nimiedades, las miserias, las marrullerías, las chiquilladas de los políticos que nos mandan.