Aprendizaje y fracaso escolar

El sistema educativo suspende en el manejo de los trastornos del neurodesarrollo

El informe FAROS, elaborado por Sant Joan de Déu, hace hincapié en la posibilidad de actuar sobre las funciones cerebrales deficitarias con una intervención holística y temprana

Uno de los síntomas más frecuentes en los niños y adultos que están afectados por Trastornos por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es la alteración de las funciones ejecutivas.
Entre un 5% y un 10% de la población escolar tiene un trastorno de desarrollo larazonlarazon.es

Actualmente, entre un 5% y un 15% de la población en edad escolar tiene algún trastorno del neurodesarrollo, como puede ser dislexia, déficit de atención, hiperactividad, autismo..., el cual se caracteriza por presentar alguna alteración que dificulta la adquisición de ciertas habilidades cognitivas y ello incide en la capacidad de atención del individuo o de relacionarse con los demás.

Pese a que un trastorno del neurodesarrollo no es una enfermedad, sino una forma distinta de desarrollo que deriva en una manera diferente de funcionar y, por lo tanto, no tiene cura, es posible compensar esas dificultades con una intervención holística adecuada, sin embargo, si ésta no tiene lugar, un trastorno del neurodesarrollo es un factor de riesgo de abandono escolar y de desarrollo de trastornos psicopatológicos en la edad adulta.

Es en este punto en el que incide especialmente el último informe FAROS elaborado por la Escuela de Salud del Hospital Sant Joan de Déu, en el que se hace hincapié en la importancia de una detección precoz de los trastornos del neurodesarrollo y una atención personalizada de cada uno de ellos,

Intervenir cuanto antes

Sobre la trascendencia de una detección temprana, Roser Colomer, neuróloga de Sant Joan de Déu y coordinadora del informe FAROS, señala que "nuestro cerebro tiene plasticidad y, por lo tanto, podemos esculpirlo y modificar las conexiones neuronales", sin embargo, esa plasticidad es menor a medida que avanzan los años. Así, si se detecta un trastorno del neurodesarrollo, que tiene un componente genético pero en el que también influyen factores externos, en la etapa escolar de la educación primaria, es posible incidir y actuar sobre las funciones cerebrales deficitarias, pero si ello se retrasa hasta la educación secundaria, el margen es menor y entonces la actuación se limita a la búsqueda de estrategias para compensar las dificultades.

En este contexto, el aula juega un papel clave en la detección precoz de estos trastornos, ya que es el escenario en el que se dan las circunstancias para que el personal docente tenga la capacidad de identificar diferencias en el desarrollo de un alumno respecto al resto de sus compañeros y alertar de ello. Sin embargo, muchas veces ello no sucede o sucede de forma tardía, entre otras cosas porque olvidamos que "estos trastornos son condiciones heterogéneas, con mucha variabilidad y eso hace que un mismo trastorno sea diferente en cada niño", explica Colomer, quien comenta que, debido a ello, "muchas veces el profesorado no identifica el trastorno porque considera que las dificultades que manifiesta el alumno no cumplen todos los criterios que se le suponen a aquel trastorno".

Potenciar hábitos saludables

Así pues, el papel de la escuela es clave en esa detección precoz, tras la cual es posible buscar el diagnóstico e iniciar una intervención, en la que el estilo de vida tienen un rol clave a la hora de tratar de incidir sobre las funciones cerebrales deficitarias y esculpir las conexiones neuronales. "Una hábitos saludables pueden favorecer la plasticidad y organización cerebral", asegura Colomer, quien a modo de ejemplo menciona "una correcta postura corporal, realizar actividad física, una buena alimentación para garantizar una correcta microbiota intestinal, el sueño...":

En este sentido, el informe advierte que si bien está demostrado que los adolescentes tienen los biorritmos cambiados, el horario escolar suele arrancar a las 8 de la mañana, por lo que convendría retrasar el inicio de las clases al menos una hora, porque hay estudios que demuestran que con esa medida mejoran los resultados académicos. Asimismo, se ha comprobado que la actividad física es clave para reordenar las redes cerebrales, por lo que sería conveniente que en las escuelas se hiciera al menos media hora de ejercicio al día, especialmente ante de las clases que requieren prestar más atención, tal y como se sugiere en el informe.

Una atención diversa

De ello se desprende que el entorno académico podría hacer varias cosas para evitar el fracaso escolar entre estos alumnos o minimizar sus dificultades de aprendizaje, entre las que una de las más importantes es la flexibilidad y atención a la diversidad .

"Todos somos diferentes puesto que cada cerebro es único y, por lo tanto, cada niño necesita unos recursos concretos para conseguir su máximo potencial, por lo que el sistema educativo debería ser más flexible, porque no todos los niños van al mismo ritmo", advierte Anna López, neuropsicóloga de Sant Joan de Déu.

Pero el entorno escolar no es el único ámbito en el que se puede intervenir para mejorar el bienestar de los niños con trastorno del neurodesarollo, el cual tiene un impacto a nivel familiar, emocional, académico y social. En este sentido, es clave trabajar con el propio niño, pero también con la familia, que juega una papel clave en este proceso.

La familia es imprescindible en el espacio terapéutico”, asegura Montse Gómez, psicóloga clínica de Sant Joan de Déu, quien al respecto recuerda que “ésta debe entender la importancia del vínculo con el niño y ser una refuerzo de su autoestima y autonomía”. Además, este entorno tiene la capacidad de supervisar los hábitos de vida del menor y promover que éstos sean saludables, así como puede desarrollar herramientas para manejar las dificultades del niño y aumentar sus posibilidades de aprendizaje.

En definitiva, con una intervención adecuada en el ámbito escolar, familiar y sanitario, los niños con trastornos del neurodesarrollo podrían lograr subsanar sus dificultades en el aprendizaje o, como mínimo, minimizarlas, y ello probablemente se traduciría en una reducción del abandono escolar, que en España se sitúa en el 13%, siendo así el segundo país de la Unión Europa con una mayor tasa.