Opinión

Tópicos e inventiva popular

Los tópicos desgastados por el uso contrastan vivamente con las palabras y expresiones de raíz popular

Tópicos e inventiva popular
Tópicos e inventiva popularBIBLIOTECA MIGUEL DE CERVANTES

Los tercos tópicos que en tropel salen del tintero en cuanto la pluma se descuida, este con que se acostumbra adjetivar algunas vidas y profesiones, la de profesor, sin ir más lejos: «Fue toda su vida un oscuro profesor de instituto», se dice, por ejemplo, en las biografías de don Antonio Machado, que, por estas fechas, hace ya más de cien años, se pasaba las mañanas mirando por las ventanas del aula a ver si asomaba la primavera por el cielo de Soria.

Los tópicos son, por definición, triviales y trillados (el punto flaco, el polo opuesto, botón de muestra, poner su granito de arena, sonreírle a uno la suerte…), pero los hay también, y son los más, doctos y titulados: abanico de posibilidades, calurosa bienvenida, abrumadora superioridad, aparatoso accidente, cifras astronómicas, craso error, baño de masas, bien merecidas vacaciones, brillar por su ausencia, de rabiosa actualidad, pingües beneficios, corramos un tupido velo... Y estos dos, que siempre me han dado que pensar: las altas esferas, las fuerzas vivas... ¿dónde están unas y quiénes son las otras?

Y frente a los tópicos (dos más, y empalagosos: la tierra que le vio nacer, la sociedad en que le tocó vivir), la originalidad y la frescura de lo que brota nuevo y distinto, que suele ser en el semillero de la inventiva anónima y el decir popular.

De ahí salieron dichos, imágenes y metáforas que ni se acartonan ni se gastan ni envejecen: la cresta de la ola, limar asperezas, el cielo de la boca, alma de cántaro, irse para el otro barrio, andarse por las ramas, loco de atar, dejado de la mano de Dios, no ser trigo limpio, en un abrir y cerrar de ojos, entrar por el aro (y entrado en años), barrer para casa, ver las estrellas (cuando se siente un gran dolor), de armas tomar (cuando uno se las tiene que ver con alguien decidido y tan enérgico que ha de estar presto a defenderse echando mano de las armas si hiciera falta)…

También de ese venero han manado algunas palabras que se cuentan entre las más curiosas, por el modo como se han formado y por lo que han venido a significar: correveidile, que es el resultado de unir los cinco términos de una frase (corre, ve y di-le), y que nombra a la persona aficionada a llevar de acá para allá todo género de chismes y habladurías; metomentodo, que expresa el lamento pesaroso del que tiene por costumbre meterse donde no le llaman; tentempié (prueba un bocado, un refrigerio, un piscolabis para tenerte en pie, parece estar diciendo); hazmerreír (con lo saludable que es, y lo mal visto que está el que eso nos procura sin pedir nada a cambio).

Y un manojo de vocablos con que las buenas gentes que no podían tener la sartén por el mango en asuntos de mayor enjundia se tomaban la justicia (gramatical) por su mano: chupatintas (el escribano de antes, luego oficinista), picapleitos (por otro nombre leguleyo), matasanos (medicucho)…, amén de un largo etcétera de sacacuartos, mandamases, cantamañanas, sacamuelas, meapilas, lameculos y sabelotodos.