Tierra

El fin del mundo tiene fecha según un estudio científico, y será en noviembre

Eso sí, ocurrirá en noviembre de 2026, según un paper publicado hace más de setenta años, por lo que realmente está puesto en tela de juicio

Final del mundo 2025
El fin del mundo tiene fecha según un estudio científico, y será en noviembrePIXABAY (ractapopulous)

La historia está plagada de augurios fallidos que, con el tiempo, adquieren un eco casi legendario. Desde el pánico que desató la supuesta llegada de gases venenosos con el cometa Halley en 1910 hasta el más reciente temor por el fin del calendario maya en 2012, la humanidad parece tener una extraña fascinación por imaginar su propio final. Cada profecía, ya sea astrológica o tecnológica, genera su propio revuelo para luego desvanecerse en el anecdotario. No obstante, no todas estas advertencias carecen de valor una vez demostrada su inexactitud.

En este contexto, destaca un vaticinio de naturaleza muy distinta, nacido no de la superstición, sino del rigor académico. En plena Guerra Fría, el físico Heinz von Foerster no miró a los cielos ni a calendarios antiguos, sino a las frías cifras de la demografía. Su modelo matemático proyectaba que el crecimiento exponencial de la población mundial alcanzaría un punto de no retorno, un colapso programado para los sistemas sociales que sustentan la civilización. La capacidad para realizar este tipo de proyecciones depende crucialmente de la observación continua de nuestro planeta, una labor en la que son vitales herramientas como el satélite que monitoriza el futuro de la Tierra y que ha estado en el centro de debates políticos.

De hecho, la precisión de su análisis era tal que llegó a fijar una fecha concreta para esta hecatombe: el 13 de noviembre de 2026. La amenaza, según detallaba su informe original, que fue publicado en la revista Science, no provendría de un asteroide o un supervolcán, sino de una crisis enteramente humana. La causa sería una escasez terminal de alimentos, agua y recursos básicos, incapaces de sostener el ritmo de un planeta superpoblado. Este tipo de crisis sistémicas son las que hoy impulsan a la ciencia a buscar soluciones drásticas, aunque algunas, como los intentos de enfriar artificialmente el planeta, conllevan sus propios y enormes riesgos.

El valor de una predicción fallida

Sin embargo, la propia historia se ha encargado de desmentir la premisa fundamental de Von Foerster. Aunque la población global ha continuado su ascenso, las tasas de natalidad se estabilizaron en gran parte del mundo durante las décadas posteriores, desactivando la bomba de relojería demográfica que tanto preocupaba a los científicos de la época. Los cálculos más agoreros, afortunadamente, no contaron con los cambios sociales y económicos que estaban por venir. No obstante, la preocupación por los puntos de inflexión planetarios sigue vigente, especialmente al observar fenómenos como que la Antártida está cambiando de forma dramática debido a la actividad humana.

Por todo ello, el verdadero legado de aquel informe de 1960 no reside en su precisión profética, evidentemente nula, sino en su visión pionera. Aquel estudio se ha convertido en un texto fundamental para entender los debates sobre la sostenibilidad y los límites del crecimiento. Su gran mérito fue lanzar una de las primeras advertencias serias sobre la necesidad de gestionar los recursos del planeta, un mensaje que, lejos de caducar con la fecha, resuena hoy con más fuerza que nunca.