Amamantando la vida

La “hora bruja” de los bebés

Por qué hay un momento de la tarde en la que todos los recién nacidos lloran y cómo evitarlo

Llamamos «la hora bruja» al comportamiento que suele tener el bebé menor de cuatro meses, que aun siendo un angelito durante el día con la llegada de la tarde-noche (por lo general a partir de las 5 o las 6 de la tarde, y especialmente entre las 8 y las 9 de la noche) se transforma en un diablillo inquieto, irritable y llorón que con nada conseguimos calmarlo.

Nada extraño si nos paramos a pensar que, a estas horas, especialmente después de una intensa jornada, todos estamos más agotados. Y aunque parezca contradictorio, lo cierto es que el cansancio y el agotamiento pueden dificultar la conciliación del descanso y el sueño. Sino que levante la mano quien haya podido descansar después de un estresante día, cuando por fin se mete en la cama e intenta reposar, con seguridad ¡no puede dormir! Es normal que, tras un día agobiante, con muchos estímulos, la mente se mantenga activa durante la noche, es decir se produce una situación de hiper alerta que dificulta el descanso, a pesar del agotamiento.

Pues esta misma situación la está viviendo el bebé, con más frecuencia entre las primeras seis semanas de vida y los cuatro primeros meses, periodo de tiempo en el que el bebé debe adaptarse a su nueva vida fuera del plácido mundo intrauterino y enfrentarse de forma más autónoma a su nueva existencia en el medio extrauterino, encontrándose con estímulos visuales, auditivos y táctiles a los que no está acostumbrado.

En consecuencia, no es extraño que al final del día este extenuado, no pueda más y responda de la única forma que sabe expresar las emociones, es decir, llorando.

Un llanto incontrolable que hace estallar los oídos de unos padres, que se preguntan, ¿Qué le pasa? ¿Por qué llora? ¿Por qué todos los días a la misma hora? Unos padres que, con los nervios a flor de piel, intentan dar explicación a tal comportamiento, “¡Serán cólicos!, dolor de barriga o tal vez ¡hambre!” Siendo frecuente tomar decisiones poco apropiadas, como, ofrecer algún tipo de infusión, probiótico anticólico…etcétera.

En resumen, un sinfín de remedios que la industria ofrece, con el objetivo de aliviar el posible dolor abdominal y en consecuencia el llanto del bebé, o incluso, para colmo de la enmienda, recurrir al suplemento de leche de fórmula, que el bebé por descontado se tomará de una tacada, reafirmando la idea de que realmente lo que tenía el bebé era hambre y, por ello, no hacía más que llorar, rechazar la teta y pelearse con ella, porque de esta no salía leche.

La hora bruja”, es uno de los motivos principales para empezar a dar biberones de «suplemento», por pensar que la leche materna no es suficiente para alimentar al bebé y que este se queda con hambre porque la madre no produce suficiente leche.

Una sola explicación

Cuando realmente con toda probabilidad lo que realmente está pasando, es simple y llanamente, que el bebé está cansado y estresado. Al igual que sucede en los adultos el día también puede ser agotador para los bebés. Visitas de familiares, amigos, que quieren cogerlo en brazos, acariciarlo, decirle cosas, voces y ruidos... una infinidad de estímulos que le son nuevos. En pocas palabras, una jornada con muchos cambios para los que no está preparado, que sobrecargan su pequeño cerebro, desencadenando cambios en su conducta y haciendo que le resulte complicado conciliar el sueño.

Coge la teta, no por hambre, sino porque intenta relajarse y dormirse. Del pecho la leche fluye momentáneamente. No obstante, estas situaciones de estrés y cansancio en el bebé, también afectan a la madre, haciendo que aumente la adrenalina y el cortisol, inhibiendo la oxitocina, hormona que interviene en el reflejo de eyección de la leche. Por lo tanto, el problema no es que no haya leche, tan solo que está sale con mayor dificultad.

Al mismo tiempo el vínculo entre madre-bebé es tan fuerte que capta los sentimientos de su madre. Es capaz de detectar si la madre está preocupada o angustiada y aumenta su malestar e irritabilidad y suma más angustia a la madre.

El bebé no pelea con el pecho porque tenga hambre y no salga leche, sino porque está agotado y quiere relajarse y dormirse, pero está tan «pasado de rosca» que hasta succionar le supone un esfuerzo.

El agotamiento es la causa de que se enfade y pelee con la teta. Si en plena crisis de llanto le ofrecemos un biberón de leche de fórmula, será probable que se lo tome, aunque realmente no lo necesita, pero con poco esfuerzo, del biberón emana con facilidad un líquido dulce, que tomará, y después de ingerirlo terminará exhausto, y al igual que el lobo feroz después de haberse comido a los cabritillos caerá profundamente dormido.

¿Qué hacer para evitar la hora bruja?

Adelantarse a ella conforme se va acercando la hora. Pueden anticiparse proporcionando al bebé un ambiente más tranquilo y relajado, ofrecerle el pecho durante las tomas de la tarde con luz tenue, en silencio o con música relajante, reduciendo al máximo todos los estímulos, limitando las visitas durante estas horas críticas, evitando así que el bebé vaya de brazo en brazo.

Para sobrellevarla, una vez ya ha llegado este momento, primero que nada debemos tratar de entender al bebé, porque para él, también es un mal momento. Es decir, hay que ser consciente de que lo que tiene es un gran cansancio y somos los adultos los que tenemos que enfrentarnos a la situación con una gran dosis de paciencia, cariño y amor.

Ser conscientes de que lo único que le sucede al bebé es que ya no puede más, está agotado, no necesita comer, ni tiene dolor de barriga, de manera que no precisa de infusiones o probióticos, ni ninguna fórmula mágica, puesto que no le ocurre nada malo. Lo único que quiere, pero no sabe expresarlo, son vuestros brazos para relajarse y dormir. Tener en cuenta que cada bebé es diferente y la misma estrategia puede ser eficaz para unos e ineficaz para otros, conocerlo puede llevaros tiempo.

No obstante, os dejo algunas recomendaciones generales que pueden ser de ayuda:

  • Un baño en un ambiente tranquilo, sin ruidos y poca luz, con un suave masaje
  • Un posterior porteo puede ofrecerle mucho relax y tranquilidad, incluso quien lo portea puede estar haciendo otra cosa en casa, a la vez que le habla bajito y lo va meciendo de un lado a otro, pequeños actos que relajan bastante.

Basta con ir probando para conocer y saber qué le va mejor a vuestro pequeño, porque aprender a relajarse es un proceso evolutivo y, por tanto, es cuestión de tiempo y de vuestra ayuda y paciencia como parte del proceso educativo que a la larga será recompensado.

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