Jesús, el custodio de los restos de Calderón de la Barca
Este jueves se inician en la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, en Madrid, los trabajos para localizar los restos del gran dramaturgo
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España es un país en el que han tenido siempre muy mala suerte el destino de los restos de sus más importantes creadores. En la actualidad se desconoce, por ejemplo, dónde se encuentran los de nombres como Diego Velázquez, Lope de Vega o Federico García Lorca, por citar algunos de los más significativos. Otros han sido redescubiertos en los últimos años tras permanecer siglos perdidos, como son los de Francisco de Quevedo y Miguel de Cervantes. Precisamente, el equipo que se encargó en 2015 de localizar lo que quedaba del autor de «Don Quijote de la Mancha» en el convento de las Trinitarias, el próximo jueves, a las doce y media del mediodía, inicia la búsqueda de otro de los nombres clave del Siglo de Oro: Pedro Calderón de la Barca. El punto de partida es propio de una novela de detectives porque hablamos de una confesión, la realizada en 1964 por un sacerdote en el lecho de muerte, dos días antes de su fallecimiento. Era miembro de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, en Madrid, donde fueron depositados los huesos del autor de «La vida es sueño» en 1902, y está era la última oportunidad para poder saber qué había pasado con tan insigne escritor.
En 1936, durante los primeros días de la Guerra Civil, los religiosos decidieron esconder la urna de Calderón para evitar que fuera saqueada por los republicanos. Fueron previsores: la parroquia era incendiada durante esos días bélicos sufriendo desperfectos importantes, aunque sin afectar a sus muros, y seis de sus sacerdotes fueron asesinados. Uno de ellos fue el responsable y promotor de la ocultación de Calderón de la Barca, pero no pudo vivir para revelar qué había pasado con el gran dramaturgo. La persona que lo ayudó sí se lo dijo a quien lo confesó cuando ya se encontraba gravemente enfermo en 1965. Pese a que su intención era la de señalar el lugar exacto donde fue escondido Calderón, el religioso murió a los dos días sin poder cumplir su promesa.
La única manera de saber si estamos ante una leyenda o un hecho histórico es una investigación científica. En eso es en lo que viene trabajando desde hace tiempo la Universidad CEU San Pablo, siendo este jueves el día definitivo para empezar la búsqueda de Pedro Calderón de la Barca. Los primeros en entrar en la parroquia serán los miembros del equipo de Falcon High Tech, con su responsable Luis Avial a la cabeza. Es precisamente él quien, en declaraciones a LA RAZÓN, informa que «se espera localizar una urna funeraria con los restos de Calderón de la Barca. Vamos a utilizar tecnología no intrusiva, como hemos hecho con Cervantes, como intentamos con Lorca, como hemos llevado a cabo en diez fosas de desaparecidos de la Guerra Civil, de soldados españoles en Rusia y de víctimas de crímenes de las que llevamos, en este último punto, trece localizadas en España y Colombia».
Cuando se le pregunta si cree que será posible dar con Calderón de la Barca, Avial –quien también ha trabajado en la localización de Marta del Castillo o de los dos niños asesinados por su padre José Bretón– admite que «soy moderadamente optimista. Es una prospección muy rara. No es frecuente que sea algo escondido tras un paramento vertical. Se trata de verificar si es real la historia de que se enterraron en los días previos al incendio de la iglesia, en 1936. Si están allí, la señal será muy fuerte: no hay arcillas. Es sencillamente la diferencia entre el aire y el muro de la pared con un objeto que está colocado detrás de dicha pared. Por lo tanto, dentro de la dificultad, es muy sencillo verificar si esa historia es real o no».
La historia de los restos de Calderón no ha sido nada fácil. Si pensaba que iba a tener un destino sencillo, el dramaturgo se equivocó. Hasta seis traslados padeció desde su fallecimiento en 1861. En un primer momento, el escritor fue inhumado durante 160 años en la parroquia del Salvador. De allí pasó al cementerio de la sacramental de San Nicolás para viajar luego hasta la capilla de la iglesia San Francisco el Grande, volviendo al cabo de un tiempo a la sacramental de San Nicolás. Cuando parecía que Calderón había encontrado su última morada, en el siglo XIX fue llevado a la capilla del hospital de la congregación de los presbiteros naturales de Madrid, la orden a la que pertenecía por haber nacido en Madrid.
En 1902 fueron otra vez movidos sus huesos hasta la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. Algunas publicaciones se hicieron eco de la noticia, como es el caso de la revista «Alrededor del Mundo», que publicó unas excelentes imágenes de la urna con un trozo del cráneo y algunos huesos del dramaturgo, además de una corona de laurel. En la crónica de aquella noticia, el anónimo informador hablaba de lo caótico que había sido el traslado: «Al saberse la noticia de que iban a ser trasladados los restos del insigne español desde el vetusto caserón del antiguo hospital de San Pedro de los Naturales al nuevo edificio, lamentóse amargamente la prensa de que el acto no se hubiese preparado con la debida antelación para que revistiese todos los caracteres de una solemnidad».
Las crónicas de la época hablan de millares de personas saliendo a la calle para saludar el paso del carro de caballos que llevaba los restos mortales del autor de «El alcalde Zalamea», algo que sorprendió a los promotores del nuevo enterramiento que se reservaban para realizar una más aparatosa ceremonia abierta a todos, pero que nunca llegó. Lo que sí quedó claro es que el pueblo de Madrid sentía y demostraba un gran cariño hacia Calderón de la Barca.
El equipo de Avial recorrerá todas las paredes que puedan albergar los restos. Si aparece la señal, luego será el turno de los arqueólogos de la Universidad CEU San Pablo, que serán los encargados de abrir el lugar en el que el georradar obtenga una señal. Y, después, si se encuentran restos humanos, el de los forenses, con la presencia de Francisco Etxeberria, responsable de las autopsias de Neruda, Allende o Lasa y Zabala. Es el mismo equipo que trabajó en la operación de localización de Cervantes. Todo ello se supone que debería estar depositado en una urna de cristal y madera, la misma en la que el dramaturgo fue escondido en 1936. «Puede que al ser entonces tan urgente solo retiraran los huesos y los metiesen en una caja para salvarlos. Hay que tener en cuenta las circunstancias dramáticas de ese momento. No sabemos con qué cuidados se hizo», subraya Avial.
Si aparecen los restos en buen estado, podría extraerse el ADN del autor dramático. Asimismo, cabría la posibilidad de realizar una reconstrucción de su rostro de manera digital. En la actualidad, en la la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, una placa recuerda que un día se sabe que allí se albergaron en esos muros a uno de los más destacados autores de las letras castellanas: «Calderón de la Barca. Capellán mayor de la Congregación de S. Pedro Apóstol año 1666. Sus restos mortales depositados en esta iglesia desaparecieron en el incendio y saqueo del año 1936». Evidentemente, la inscripción fue colocada mucho antes de que el sacerdote realizara la confesión que ahora ha provocado la última oportunidad de dar con los huesos del escritor.
En una semana o diez días podría saberse si Calderón de la Barca sigue reposando en Nuestra Señora de los Dolores y si aquella operación de 1936 valió la pena. Puede que entonces descanse en paz para siempre. Será entonces cuando tomen más sentido los versos que el escritor dedicó a la muerte y donde dijo que «todo acá se ha de quedar;/ y pues no hay más que adquirir/ en la vida que el morir,/ la tuya rige de modo,/ pues está en tu mano todo,/ que mueras para vivir». O, tal vez, todo sea simplemente un sueño, y «los sueños, sueños son».