El lado oscuro de la Princesa Leia
La actriz, cuya madre falleció justo al día siguiente que ella, se elevó sobre su papel de princesa galáctica para convertirse en todo un referente del feminismo
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La Princesa Leia terminó su último papel en Star Wars cuando la actriz que la interpretaba ya había muerto. La tecnología no solo permite recuperar a cantantes sobre el escenario, también perpetuar la presencia de los actores en la gran pantalla cuando ya han desaparecido. Carrie Fisher falleció el 27 de diciembre de 2016, hace justo cuatro años. Una muerte que inundó las redes sociales de homenajes. Para entonces no era solo una intérprete, era un mito, un referente no solo de muchas adolescencias, sino imagen pop que trascendía casi su propia leyenda y que ha llegado a tener presencia en manifestaciones feministas.
Ella provenía de una familia relacionada con el mundo del espectáculo, pero deslumbró a los espectadores de todo el mundo con «La guerra de las galaxias», la película que George Lucas rodó en 1977 y que, a pesar de los temores del realizador, se convirtió en un éxito sin precedentes en la taquilla. El público vio por primera vez a una mujer fuerte, que no solo era capaz de responder de manera destemplada a Darth Vader, sino que replicaba y se reía de los héroes que la acompañaban, como Luke Sywalker y Han Solo (¿no recuerdan cómo se mofaba de ellos cuando la intentaban rescatar de la Estrella de la Muerte?). La Princesa Leia, que aparte de ostentar un título real también era el líder de los rebeldes que defendían la república contra la tiranía del imperio, se erigió por méritos propios en una estrella con personalidad propia en el universo Star Wars hasta ser uno de los más queridos por las audiencias. Lo que nunca se vio fue la mala relación que mantenía con el director. Ella misma reconoció que se sentía una muñeca en sus manos y gastó más de una broma sobre los peinados que tuvo que lucir durante la saga.
Pero Carrie Fisher, como los enemigos con los que se enfrentaba en la saga , también cayó en el lado oscuro. En realidad todo lo aventuraba, casi desde su nacimiento. Su padre era un rockero, Eddie Fisher, y su madre, una actriz, Debbie Reynolds. Una conjugación astral peligrosa. Sobre todo cuando ella decidió también tomar la senda de la interpretación. Apareció en «Shampoo» y luego, casi inmediatamente, todavía muy joven, se embarcó en el papel de su vida: la Princesa Leia. Pero aquí empezaron los problemas. Mantuvo un prolongado idilio de casi cuatro con su compañero de reparto, Harrison Ford (que en ese momento estaba casado), en la primera entrega de la serie. Pero en esta época, la actriz también empezó a menudear las malas costumbres que son tan habituales en Hollywood. Ella misma confesó que durante gran parte de los rodajes de esa época estaba drogada con cocaína o LSD (su madre hasta pidió ayuda a otro actor, Cary Grant, para que la ayudara a salir de ese laberinto).
Paul Simon y otras parejas
Estos antecedentes no anunciaban nada bueno. Y así fue. Su dependencia de las rayas blancas y su propensión a la botella se llevó por delante su matrimonio con Paul Simon (después estaría con Dan Akroyd). Tampoco suponía un augurio favorable que célebres actores de la época, con reputación de no tener freno en sus juergas, le advirtieran del puente que estaba cruzando. Pero ella se lanzó hasta el fondo y se deslizó por distintas vías: sexo sin freno, fiesta, líos y, también, mucha celebridad. El cóctel más peligroso del mundo.
Si esto no resultaba suficiente, tenía que conjugar su manera de divertirse con una bipolaridad que la convertía en un vaivén de estados emocionales difíciles de sujetar. En esos momentos, Carrie Fisher, que aumentó su fama con «El imperio contraataca» y «El retorno del Jedi», ya era pura leyenda galáctica. Pero capear con la popularidad no resultaba nada fácil. ¿Qué le salvó? Un profundo sentido del humor. Ella misma supo lidiar convenientemente con sus penalidades, que es lo que suelen hacer las personas inteligentes. En su libro de memorias, «Postales desde el filo», da cuenta de estos pormenores y muchos más. Ella misma, que escribió varios guiones para la gran pantalla, varias memorias y muchos de los diálogos de Star Wars, adaptó su biografía al cine con bastante éxito. Incluso en su última etapa se atrevió a hacer una confesión en manera de monólogo que se difundió por todas partes: «Bendito alcoholismo». Tirando de tonos irónicos, la actriz daba cuenta de sus vivencias y mostraba una faceta de su vida que había pasada desapercibida a muchos seguidores de Star Wars.