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M. Night Shyamalan: “La incertidumbre es la única forma que tenemos de aprender a estar despiertos”

El aventajado director del misterio, autor de “El sexto sentido”, regresa a las salas con su último y esperadísimo trabajo, “Tiempo”
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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No deforma el tiempo con el virtuosismo encriptado de Nolan ni lo dilata con la profundidad existencialista de Tarkovsky, pero es que tampoco lo pretende. Aclamado y arropado por el todopoderoso manto de Hollywood, el director de “El sexto sentido”, M. Night Shyamalan sigue apostando por la autenticidad de su personal estilo y regresa ahora con “Tiempo”, su último trabajo protagonizado por Gael García Bernal en el que compone, con un destacado pulso narrativo, las piezas de un asfixiante y laberíntico thriller psicológico a través de un aparentemente paradisíaco escenario insular en el que un día entero se corresponde con el transcurso de toda una vida. Paramos momentáneamente el segundero y nos sentamos a charlar con este cineasta de origen hindú que ha dejado de ver tantos muertos como antes, pero que sigue manteniendo intacta la necesidad de conversar con ellos.
–Además de ser el elemento que da nombre a esta película, el tiempo ha monopolizado la mayor parte de las conversaciones durante la pandemia. ¿No tiene la sensación de que hemos ido demasiado rápido?
–Sin duda, constantemente de hecho. He observado dos reacciones muy diferentes durante la pandemia por parte de la gente que me rodeaba. Estamos en un momento importantísimo de valoración, necesitamos analizar la relación que mantenemos con el tiempo. Por una parte, un gran número de personas han desarrollado sus miedos con mayor libertad. ¿Qué es lo que he perdido? ¿Qué está pasando ahora? ¿Qué puede pasar mañana? ¿Realmente es esto lo que quiero hacer o soy la persona que me gustaría ser? Sin embargo otra gente, –un grupo más reducido eso sí–, encontró paz en ese momento.
–Por fin podíamos pararnos en los detalles...
–Exacto. Pensaron que habían estado muy ocupados y que no habían reparado realmente en la posibilidad de lo divertido que podía ser jugar con sus hijos o quedarse en casa o en la cocina después de comer en vez de estar pensando en tal evento, porque sencillamente no había eventos. Todo el mundo ha tenido diferentes reacciones pero creo que si hay algo bueno en todo esto es que hemos podido parar unos segundos, reflexionar y salir fuera pensando en todas esas actividades que ocupan nuestro tiempo en un presente que es el que precisamente asfixia a los protagonistas de esta película.
–¿Cómo se transforma un idílico paisaje vacacional en un auténtico infierno?
–Me encanta que lo plantees así. Aquellos lugares en los que cualquier cosa puede ser hermosa, siempre contienen un espacio para que desarrollemos nuestro miedo. Cuando yo voy de vacaciones por ejemplo siempre tengo una pequeña sensación de que algo puede salir mal [risas]. Es como que me siento muy vulnerable con todo, puedes perder el pasaporte, un tiburón puede morderte una pierna mientras estás nadando en el mar. ¡Pueden ocurrir mil cosas! En el momento en el que bajas la guardia porque estás relajado es cuando realmente existe la posibilidad de que te pase algo malo, está directamente relacionado. Pienso que por eso una escena como la de la ducha en Psicosis produce tanto miedo. Marion está desnuda, desarmada, tranquila y de repente ocurre algo para lo que no está preparada. Mi mente de cineasta siempre viaja por estos lugares, me encantan este tipo de situaciones.
–La complejidad psicológica de los protagonistas de “Tiempo” se ve alterada por su enfrentamiento con una situación muy muy extrema. ¿Cree que solo en este tipo de escenarios límites somos capaces de mostrar quien verdaderamente somos?
–Muy buena pregunta. Verás el confort no nos dice nada sobre quiénes somos. El confort solo nos mantiene seguros en el lugar en el que nos encontramos. Cuando percibimos que cosas inesperadas pueden ocurrirnos nos comportamos de maneras sorprendentes. A menudo la tensión de no saber qué pasa o puede llegar a pasar nos concede la oportunidad de crecer, de evolucionar, de adaptarnos. No sé es absolutamente necesario que te pase algo terrible para mostrarte de verdad, pero mis personajes generalmente están bastante acostumbrados a convivir con el infierno. Según mi experiencia te diría que la incertidumbre es la única manera que conozco de poder agitar algo, de dejar de estar dormidos, de aprender a estar despiertos.
–Han pasado más de 20 años desde que rodó “El sexto sentido” y aunque su mirada como cineasta ha evolucionado el miedo sigue siendo una parte indispensable de su trabajo. ¿Cómo se relaciona con él?
–Me encanta utilizar cosas que nos perturban, cosas que nos hagan sentirnos frágiles, para después terminar hablando de algo tan universal como las emociones. Cuando tienes una conversación con alguien que no conoces al principio cuesta hablar de las debilidades que puedas tener, a nadie le gusta no parecer fuerte. Pero si tú y yo estamos juntos y vivimos una experiencia que nos aterroriza a los dos, vamos a ser más capaces de abrirnos el uno con el otro y sobre todo con los demás. Es lo que le pasa a la audiencia al final. Muy especialmente a todos los que aman el género de terror. Un género muy fuerte y poderoso si sabes utilizarlo. A mí me pasaba también cuando era pequeño. Veía películas de miedo que me hacían conectar con partes muy profundas de mis emociones como “Los pájaros” de Hitchcock, “La casa encantada” de Robert Wise o “The Omen” de Richard Donner por decirte algunas. Esa combinación de dramatismo y pánico, de intriga y dolor, de fragilidad y misterio es lo que yo quise introducir en “El sexto sentido” y no dejar de hacerlo hasta ahora.
–¿Suele pensar recurrentemente en la muerte como una parte asumible de la vida o prefiere reflexionar sobre ella lo menos posible?
–Siempre he pensado en la muerte pero últimamente más. Ahora mismo mis padres son muy mayores, especialmente mi padre. Estoy intentando hablar bastante con él y plantearle preguntas sobre su vida. Es algo que egoístamente me hace sentir mucho mejor. “¿Crees que has invertido demasiado tiempo en ser doctor, en vivir en esta casa o en comprarte este coche? ¿Estás feliz con todo lo que has conseguido?”, le digo. Y aunque no es capaz de responderme, puedo veo la emoción en sus ojos. Trato de pensar cuál es nuestra relación con los demás y qué significa la muerte. Tengo claro que que solo necesitamos amor para sentirnos afortunados.