Secundarios del rock con carácter: cómo bajarse del tren del éxito antes de que arranque
La historia del rock está llena de músicos que abandonaron sus bandas momentos antes de que se convirtieran en agrupaciones míticas
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El rock –y la música pop en general– es una disciplina donde abundan las biografías extravagantes, las trayectorias vitales novelescas, los cambios de fortuna inesperados. Entre los estereotipos y las leyendas urbanas más comunes del rock uno de los más repetidos es el del acompañante oscuro que deja al grupo justo antes de su éxito. Puesto que las historias de éxito comercial suelen ser todas parecidas y estar cortadas por el mismo patrón, al final los relatos más interesantes suelen ser siempre los de estos episodios de músicos que rozaron el éxito, pero a quienes un caprichoso giro de los acontecimientos dejó a las puertas de disfrutarlo.
Hace unos días, precisamente, falleció John Hutchinson, uno de esos casos de Moisés del rock que se queda a las puertas de la tierra prometida. Hutchinson conoció a David Bowie en 1966 y formó con él un trío de folk evanescente llamado Feathers que contaba con una cantante angelical. Cuando la cantante los abandonó, David Bowie siguió trabajando con Hutchinson y decidió intentar una carrera en solitario. Hutch se sentó con él y compusieron unas cuantas canciones, pero el primer álbum en solitario de Bowie fue un rotundo fracaso por su rareza. John Hutchinson no lo vio claro y pensó que aquel muchacho no tenía mucho futuro y, amigablemente, se separaron. El problema es que, antes de marcharse, John había colaborado con su guitarra en dar forma a la maqueta de una canción titulada «Space Oddity». Para los que conozcan un poco de música popular el resto es historia: «Space Oddity» se convirtió en un éxito mítico, un clásico legendario que ha resistido el cambio de siglo, una canción mundialmente popular que ha dado gloria y fama a David Bowie. Y John Hutchinson no estaba allí para grabarla. Se había marchado justo antes de que pasara de borrador a registro definitivo. En cualquier caso, John no podía quejarse; al fin y al cabo, se había separado de una manera consensuada y por decisión propia, perdiéndose tan solo el éxito de una canción y todo lo que eso conlleva.
Un caso sangrante
Más sangrante fue el caso de Pete Best, el batería que precedió a Ringo Starr en la formación definitiva de The Beatles. En la leyenda de la marcha de Pete Best se conjuntan todos los ingredientes dramáticos de los folletines: competencia de machos alfa, testosterona, peleas, división y agrias palabras. Se cuenta que Best no tenía un carácter fácil, pero además las fotos que se conservan de la última formación «beatle» antes de Ringo muestran claramente que el batería era mucho más guapo y fornido que los propios «front-man» del grupo: Lennon y McCartney.
Nunca quedó claro si lo que sucedió fue que el resto de la banda estaba descontento de su trabajo con los tambores o que consideraron que, si el físico más carismático estaba sentado atrás, en segunda fila, nunca llegarían muy lejos. El caso es que lo sustituyeron por un feúcho simpático y eficiente que dio un toque de simpatía informal al grupo. Al ser el más atractivo, Best contaba con muchas simpatías entre las fans y hubo división de opiniones entre los seguidores. Una parte de la muchachada venía con pancartas a las actuaciones del grupo para reprocharles la marcha de Best y a Ringo le costó lo suyo ganarse el puesto. En este caso concreto, el puesto no era solo tocar la guitarra en una canción que se haría famosa (como Hutchinson), sino estar presente en una formación que ascendería a la categoría de mítica, haría multimillonarios a todos sus integrantes, y se convertiría en histórica para varias generaciones de oyentes. Por supuesto, Pete Best no podía saber todo eso en el momento que les echó un órdago a sus compañeros y se puso jactancioso. Pero el hecho innegable es que abandonó la banda justo antes de que accedieran a su ecuménica fama. En las entrevistas de las décadas siguientes, Best siempre fue discreto y nunca dio muchas pistas. Al fin y al cabo, es enojoso detallar cómo te apeaste, justo antes de que partiera, del tranvía más rutilante que se ha dirigido en el último siglo al trono de la fama mundial y la música popular.